La inducción, tráfico y compra del voto que caracterizó la elección del 1º de julio, con la complicidad de las autoridades electorales y la descomposición interna en los partidos políticos, va a perseguir a Peña Nieto, al igual que parecidos antecedentes de 2006, fueron la sombra de Calderón en todo el sexenio.
Las apariencias engañan. Por más que parezca que la situación política se normaliza y se inicia el tachón y cuenta nueva, la verdad es que la decepción, la frustración y el enojo ciudadano subsiste y no desaparece por más distractores y manipulaciones informativas que se desplieguen.
Los 16 millones de votos obtenidos por AMLO contra viento y marea, aún con el fuego amigo de algunos de los partidos de la coalición, son la única cifra confiable de todo el proceso electoral. Los obtenidos por Peña Nieto son imposibles de precisar por la maraña de factores y elementos ilícitos empleados al efecto y, los de Vázquez Mota, también son incuantificables porque al fin se sabe del arreglo calderonista con el PRI, pero se ignora lo que representó en términos de votos computados.
Por ello, lo racional y justo es tratar de conocer con objetividad cuáles fueron las causas y motivos por los que 16 millones de mexicanos de clase media, en todos sus subgrupos, contra viento y marea, controles, publicidad negativa y mercadotecnia electoral tomaron esa decisión. Bien sabemos que, en las clases populares, por su mayor porcentaje, el PRI desplegó todos los recursos habidos y por haber para remontar a AMLO, sin reparar en lo que significa aprovecharse de las necesidades y de la pobreza de esos sectores (de ahí la incomprensible votación tricolor en las zonas campesinas y población marginada). En las clases sociales de más altos ingresos el voto se dividió entre los que tienen intereses por su condición socioeconómica con el PRI o con el PAN, con los que antepusieron su responsabilidad social y votaron contra corriente por AMLO, visualizando un futuro nacional más justo y sin violencia.
Ahora bien, es necesario distinguir entre el voto por AMLO en un contexto de mera competencia electoral convencional y el voto por AMLO por cuanto representa un choque o enfrentamiento ético-político de su propuesta, con las que, en conjunto o por separado, representaban Peña y Vázquez Mota.
En efecto, en mi experiencia en la campaña, lo que el ciudadano sabiamente distinguió fue entre la continuidad de un sistema que de rapiña y corrupción ha degenerado en una cleptocracia, con lo que se planteaba como una alternativa moral de la política para recobrar su sentido primigenio de servicio y prioridad de lo justo y nacional.
Lo que en lo personal le daba más peso a la propuesta de AMLO era que éste cumplía lo que predicaba, honestidad, integridad, independencia de intereses mezquinos y sectarios. Y, desde luego, lo respaldaba con una trayectoria política impecable que era contrastante con la de sus competidores, manchada con enriquecimientos portentosos, amafiamientos políticos y familiares con compromisos inconfesables.
Es en esta vertiente donde los 16 millones de votos no pueden quedar como otro vano intento de salvar el concepto y la práctica de la política, sino trasladarse a una fuerza permanente que no pierda el impulso, agravando todavía más la voracidad incontrolable de quienes detentan el poder de facto.
MORENA entonces, debe rediseñarse manteniendo el eje de su propuesta básica democrática y de contenido ético-político. ¡Que parece una tarea difícil!, es cierto; que de otro modo estaremos condenados a vivir sometidos a una prostitución permanente de la política, también es incuestionable. Por ello, no claudicar es ineludible para la dignidad nacional.
La primera consulta que se hizo entre los morenistas es la de que, si se mantenía como “movimiento cívico político” o se convertía en un partido. La respuesta del 85 por ciento fue a favor de la segunda opción. Partido Político sí. ¿Pero qué requerirá para no repetir en lo que han caído todos al cabo del tiempo?
Este es el reto vital. No se trata de maniqueísmos, ni de utopías, sino del “ser o no ser” como cuestión humana fundamental de la que depende la capacidad y la esencia de nuestra naturaleza social. El Tribunal de la Sociedad Civil que enjuiciará a Calderón por desacato del artículo 87 constitucional. El Tribunal Electoral Popular que revalorará el proceso y, la protesta en todo el territorio nacional el primero de diciembre contra la imposición, serán el principio de esta nueva etapa crucial para México.
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