Mireille Delmas-Marty ocupa un lugar eminente en la comunidad jurídica internacional y su compromiso por un derecho penal protector de los Derechos Humanos es notable, consideró Sergio García Ramírez, ex Procurador General de la República y ex Presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, con motivo de la entrega el 21 de noviembre del Doctorado Honoris Causa del Instituto Nacional de Ciencias Penales (INACIPE) de México a la famosa jurista francesa.
La Doctora en Derecho Delmas-Marty – Profesora en el Colegio de Francia y miembro de la Academia de Ciencias Morales y Políticas – recibió esta distinción en presencia, en particular, de Alejandro Ramos, Viceministro de Justicia a cargo de Asuntos Jurídicos e Internacionales, de Luis Arroyo Zapatero, Presidente de la Sociedad Internacional de Defensa Social, y de Rafael Estrada Michel, Director General del INACIPE.
Con motivo de la estancia de la penalista francesa en México, la Embajadora de Francia, Elisabeth Beton Delègue organizó el 20 de noviembre una comida en su honor con los señores García Ramírez y Estrada Michel, así como con el Gerardo Laveaga, ex Director General del INACIPE y actualmente miembro del Instituto Federal de Acceso a la Información (IFAI) y Jesús Zamora Pierce, abogado penalista. Durante la comida los invitados evocaron, en particular, la reforma penal en curso en México, las relaciones entre el derecho internacional y el orden jurídico interno, así como la influencia de la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
A continuación reproducimos el Discurso de Mireille Delmas-Marty:
«Para mí es un doble honor recibir este Doctorado Honoris Causa conferido por su prestigioso Instituto Nacional de Ciencias Penales: primero, el honor de ser admitida en la comunidad científica de México, el más grande y el más importante de los países de habla hispana, cuyo papel se reconoce tanto en la ONU como en el marco de la OEA y cuya cultura forma parte del patrimonio común de la humanidad. Y después el honor de ser presentada por mi muy querido amigo, el Doctor Sergio García Ramírez, universitario exigente, quien también es un juez pionero que ha sabido utilizar las fuerzas de la imaginación de su espíritu, para hacer que progrese la jurisprudencia del Corte Interamericana de los Derechos Humanos (CIADH): un organismo que brilla ya por todas partes, incluso en Europa.
«Al honor se añade la felicidad de volver a ver a numerosos amigos mexicanos con quienes me he reunido en anteriores viajes, durante coloquios internacionales organizados por este Instituto y por la Universidad Nacional Autónoma de México. Además de la alegría de encontrar a los amigos de la Sociedad Internacional de Defensa Social (SIDS), y muy en especial a su prestigioso presidente, amigo de mucho tiempo e incansable luchador de los derechos humanos: el jurista Luis Arroyo Zapatero.
«Señora Procuradora General, querido Sergio y querido Luis, estimados amigos:
«Sé que esta ceremonia va mucho más allá de mi persona o incluso de mi país. Veo en ella el reconocimiento del lugar cada vez más importante que ocupa el derecho internacional de los Derechos Humanos, en los sistemas nacionales de derecho penal. En efecto, la mayor parte de mis trabajos, así como los del Doctor Sergio García Ramírez, están dedicados a este tema. Como la internacionalización del derecho penal bajo la influencia de los Derechos Humanos se encuentra también en la parte medular de los trabajos de la Sociedad Internacional de Defensa Social, me limitaré a una observación, una pregunta y la expresión de una esperanza.
«1.La observación se refiere al significado de este proceso. No habría que confundirse. Tal como lo escribió el Doctor García Ramírez, la internacionalización no se hace en contra de los Estados sino con los Estados, lo cual explica el papel principal de los jueces nacionales, que se convierten también en jueces internacionales al servicio de los justiciables.
«Ciertamente, la doctrina del “margen nacional de apreciación” diferencia la jurisprudencia del CIADH con respecto a la Corte Europea de Derechos Humanos. Pero no las opone, tomando en cuenta que el punto de partida es el mismo: es el papel subsidiario de los jueces internacionales, pues corresponde en primer lugar a los mismos jueces nacionales aplicar el dispositivo convencional de los Derechos Humanos. La diferencia se refiere solamente a los derechos con limitaciones en nombre de la protección del orden público. Para interpretar estas limitaciones, el tribunal europeo reconoce un margen nacional.
«A condición de explicitar los criterios que determinan su amplitud, la existencia de este margen no debilita los Derechos Humanos. Al contrario, podría reforzarlos haciendo que su garantía se adapte mejor al contexto nacional, y por lo tanto más eficaz. Este margen – una manera de conciliar el universalismo de los Derechos Humanos y la diversidad cultural – permite, tal como lo resumió perfectamente Sergio García Ramírez, “conciliar los avances del derecho y los imperativos de la realidad”. Lo esencial es que el proceso ID no debe comprenderse como una pérdida de soberanía, ni tampoco como una soberanía compartida (dividida), sino como una soberanía “solidaria”, y por ende aumentada de la defensa de los intereses nacionales a la de los intereses regionales, o incluso mundiales. Cada Estado soberano lleva su parte del bien común mundial.
«En este sentido, la internacionalización de los Derechos Humanos implica menos la exclusión de las competencias tradicionales que la inclusión de nuevas competencias, tendiendo a integrar los Derechos Humanos como instrumento vivo, un work in progress.
«Ahora bien, nuestros dos países han desempeñado un papel motor en esta integración de los Derechos Humanos tanto a escala mundial (participación en la redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos) como a escala regional.
«No hemos olvidado que es en México (en Chapultepec) en donde se llevó a cabo, del 24 de febrero al 8 de marzo de 1945, la Conferencia Interamericana sobre la Guerra y la Paz. Fue en Chapultepec en donde se lanzó la idea de la futura Convención Americana de los Derechos Humanos (Declaración de México) y fue entonces que se contempló la creación de un tribunal internacional para garantizar su protección. El proyecto, respaldado por René Cassin durante su curso en México en 1969, se realizará en 1979. No voy recordar su propia historia sino a destacar el papel del tiempo: casi 35 años para elaborar este convenio (1945 – 69), diez años más para la corte, pero también 29 años entre la aprobación de la Convención y su ratificación por México (1969-1998). De igual forma en Francia esperamos 24 años la ratificación (1950 – 1974) y 30 años el recurso individual (1981).
«La internacionalización del derecho no significa solamente una extensión en el espacio sino una progresión en el tiempo, que modifica el trabajo del jurista.
«2. De ahí la pregunta que les sorprenderá quizás, pero que fue sugerida por el magnífico discurso de Sergio García Ramírez que mencionaba la imagen del navegante: ¿El jurista del siglo XXI es un arquitecto, un paisajista, o un navegante?
«A primera vista, la lengua evoca más bien al arquitecto. El jurista pone límites (las prohibiciones del derecho penal), construye cimientos (principios fundamentales), levanta pilares (ley, juez, o principio de la legalidad, garantía judicial). Algunos se hacen constructores de pirámides, amontonando normas que se generan de manera vertical, según una estricta jerarquía, a partir de una norma fundamental. Cada sistema nacional parece de esta manera, algo aparentemente sencillo, completo y coherente, pues cada uno es autónomo.
«Pero a medida que las interdependencias se multiplican entre países, las relaciones se transforman en el espacio y en el tiempo, y otras metáforas vienen al espíritu, como la del paisaje. La relación con el tiempo distingue al paisajista del arquitecto: “al recibirse la obra, el arquitecto puede considerar que la casa está terminada; al recibirse la obra, el paisajista sabe que el jardín comienza”. Al recibirse la obra de los Derechos Humanos, el trabajo del jurista comienza. Se cree reconocer la fórmula del gran jurista italiano Norberto Bobbio: el reconocimiento de los Derechos Humanos no es más que el punto de partida de un largo camino, para poner en marcha las garantías que permitirán garantizar su eficacia.
«El jurista debe aprender, como el paisajista, que los Derechos Humanos deben progresar continuamente para dar sus frutos. Y aquí estamos, lejos de la construcción jerárquica y estática simbolizada por la pirámide de las normas. La internacionalización de los Derechos Humanos dibuja un paisaje abierto a las interacciones, y por lo tanto evolutivo. Para destacar las interacciones, se utiliza a veces la imagen de las redes, pero no evocan la evolución de un derecho con vida.
«Por ello he propuesto prolongar la metáfora del paisaje con la de las “nubes ordenadas”. Traten de dibujar una nube (apenas dibujada, la forma cambia). Comparo a veces el derecho europeo, o interamericano, e incluso el derecho mundial, con un conjunto de nubes, cuyos contornos cambian en todo momento. Pero reconozco una parte de provocación.
«Con mayor sabiduría, Sergio propone la metáfora del navegante cuyo horizonte (¿como brújula?) son los Derechos Humanos. Y explica así las etapas de la consolidación de los Derechos Humanos en un sistema – el sistema interamericano – que fija el rumbo y la velocidad, el estilo y el tono. Se trata de una navegación americana, en su buque, que tiene sus propios navegantes y puede tomar su propio itinerario, a condición de que su destino sea el mismo al cual se dirige la navegación universal. Puede haber itinerarios diferentes de un país a otro o de una región a otra, pero no habrá más que un rumbo, o una única brújula: los Derechos Humanos.
«El punto común de nuestras dos metáforas es plantear abiertamente el tema del viento, del soplo que pone los conjuntos jurídicos en movimiento y determina a su dirección. Es el soplo que ordena las nubes; o el viento que empuja por el contrario la ruta del buque. En un mundo en el cual el viento dominante parece ser el espíritu de competencia, tanto el navegante como el paisajista intentarán aprovechar la más mínima brisa en donde sopla el espíritu humanista.
«3. Sólo me queda decirles cuál es mi esperanza. La actualidad muestra hasta qué punto el espíritu humanista es difícil de aplicar cuando choca con la violencia del mundo real. Un caso especialmente sensible en la opinión de nuestros dos países espera un desenlace que, para todos nosotros, deberá ser ejemplar en la aplicación de nuestros principios comunes.
«El primero de estos principios, que la CIADH recordó a partir de sus primeros fallos, es la obligación que tienen los Estados de respetar los Derechos Humanos y garantizar su aplicación, incluso por parte de los funcionarios públicos y sus colaboradores. No se trata de desarmar el Estado de Derecho, sino por el contrario reforzarlo en su legitimidad y por lo tanto en su eficacia.
«En diversas ocasiones, estos principios fueron recordados por México. En 1997 el dictamen N°16 de la CIADH a petición mexicana había recordado la obligación de respetar la Convención de Viena sobre los derechos de los presos extranjeros condenados a la pena de muerte. De la misma forma en 2002, la Resolución interamericana propuesta por México “Derechos Humanos y Terrorismo” (como la Convención Interamericana contra el terrorismo que seguirá posteriormente) hacía un llamado al “respeto íntegro” del Estado de Derecho, de los Derechos Humanos y de las garantías presos.
«Garantizar el “respeto íntegro de los Derechos Humanos” es la vía para que el derecho penal – como nos lo habíamos imaginado juntos en un anterior coloquio en México – se convierta en la ética de la mundialización. Es un camino difícil pues no se trata solamente de retórica sino de una exigencia que debe de aplicarse a todas las prácticas, independientemente de las circunstancias. Más allá del honor que me hacen, conservo de nuestro encuentro la esperanza de que esta visión ética se imponga de ahora en adelante como una exigencia suprema. La exigencia de todos aquellos que en nuestros dos países se han comprometido a luchar por la dignidad humana y la primacía del derecho.
«¡Muchas gracias!»
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