=Por Jesús González Schmal=
No nos equivocábamos cuando, en colaboraciones de mayo de este año, decíamos que el caso Wikileaks de Julian Assange iba a conmocionar a la humanidad. Empezamos por conocer las intercomunicaciones que hacían los agentes de la Unión Americana que viajaban por todas partes para obtener información de fuentes confiables y, de no pocas del más alto nivel de los gobiernos que se prestaban para hacerles confesiones de sus propias miserias políticas. Así conocimos que Felipe Calderón, durante su campaña en 2006 se entrevistó con Director de Inteligencia Nacional de Estados Unidos, Denisse Blair, transmitiéndole su sentimiento de preocupación por la tendencia ideológica de su competidor Andrés Manuel López Obrador a quien atribuía ser amigo de Hugo Chávez.
Previamente Wikileaks había hecho revelaciones de otras intercomunicaciones norteamericanas de la ocupación de Afganistán y la conducta criminal de soldados y fuerzas armadas contratadas con empresas de servicios de seguridad que utilizó en el mismo operativo. La osadía del australiano Assange que empezó a hacer difusión de esta información no calculó la ira de Washington que se lanzó con todo para callarlo. Por lo pronto, condenó al soldado Manning Peyton a pasar prácticamente el resto de su vida en la cárcel por haberle facilitado a Assange los discos y a éste le confinó a un cautiverio en la sede de la embajada de Ecuador en Londres, esperando las peores revanchas de Obama.
Hoy sin embargo ese episodio que parecía estacionario, vuelve a moverse. Las revelaciones recientes de Edward Snowden sobre los sistemas mundiales de espionaje de la Agencia Nacional de Seguridad, NSA, ha vuelto a cimbrar al mundo. El norteamericano que trabajaba en una empresa (outsourcing) que le prestaba servicios técnicos a la agencia, le entregó las primeras revelaciones a The Guardian De Londres, también ésta siendo objeto de persecución y se encuentra refugiado en Moscú en espera de asilo, mientras el periodista brasileño que publicó la información emprende una nueva iniciativa en materia de periodismo, asociado a un magnate que ofrece el cambio del modelo tradicional.
En México los hechos no pasan a mayores. El último artículo del periódico alemán Der Spiegel advierte la sorpresa de la condescendencia del gobierno mexicano al saberse objeto de tales intervenciones telefónicas desde el centro de la NSA en San Antonio Texas. Lo más probable es que los espiados mexicanos confíen en la clemencia de sus espías para que el contenido de la información que sobre ellos tienen se guarde en riguroso secreto para evitar el efecto que tendría en cuanto se hiciere pública. Sólo así se explica la suavidad con que Peña Nieto ha tratado el caso, a diferencia de cómo lo han hecho Dilma Roussef de Brasil o Francois Holande de Francia.
Así, con relación a México, éste no es un problema que pueda resolverse como en cualquier país democrático y soberano, donde sus dirigentes se aprestan a impedir la continuación de tan ominosas prácticas del gobierno de Obama y la sanción internacional para los hechos ocurridos. En nuestra patria la actitud del gobierno, sólo explica su docilidad, y temor para responder a la afrenta del gobierno gringo, por el pavoroso pánico de la publicidad de los acuerdos secretos de la clase política y sus efectos hacia dentro del país. En esa tesitura estarán dispuestos a entregar mayor sumisión al Imperio a cambio del silencio de éste en lo más comprometido de sus conductas contra los más sagrados intereses nacionales.
De alguna forma los Estados Unidos están consiguiendo su objetivo de ejercer una violencia informativa. Su estrategia imperial es no sólo conocer las pláticas confidenciales de los políticos, sino archivar la información de éstas que pudiendo hacerse del conocimiento general les acarrearía el repudio de sus nacionales. Para México, dada la manifiesta corrupción de su mundo político y la implicación de ésta en la obsesiva privatización de Pemex, es un arma a favor de los compradores que tendrán moneda de cambio para no detener éste proceso pese a la oposición nacional a dicha entrega. Viviremos en el enigma mientras la NSA quiera, en determinadas circunstancias, colar la información que a los intereses norteamericanos convenga.
Assange y Snowden están marcando una nueva era. No se puede presagiar que ocurrirá, ni como utilizará la gran potencia su poder con la información que posee de otras naciones y la que hoy se está revelando de sus propios órganos de inteligencia. Por lo pronto, queremos ser optimistas y apostar porque la política en esencia sea una práctica ética incompatible con política de seguridad nacional como la Unión Americana la concibe. El pueblo norteamericano que crea en los verdaderos valores de la democracia tendrá que actuar desde dentro contra su propio gobierno que los ha situado como vergüenza mundial. La industria del engaño y de la guerra por intereses mezquinos debe terminar.
En la esfera mundial debe esperarse solidaridad en la demanda del respeto al Derecho Internacional por sobre cualquier país que lo transgreda. La paz entre los países y dentro de ellos, no tiene otro camino que el acatamiento del derecho de todos sus habitantes que empieza por el de la vida y la integridad física. El gran avance de la humanidad para reconocer derechos universales no puede detenerse ante una fuerza ciega y brutal que pretende convertirse en la dueña del mundo.
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