=Por Jesús González Schmal=
Pues bien, esto que resulta tan obvio y tan lógico, es otro de tantos mecanismos de protección del patrimonio público que en México resultan inútiles. Primero, porque el informe de las revisiones o auditorias se dan a conocer dos años después del periodo anual del que se efectuó el gasto. Segundo, porque la infinidad de desviaciones, confusiones e ineficiencias que se detecten, pasan a un largo periodo para pedir aclaraciones y, al encontrar un responsable de los incumplimientos o incluso peculados sólo, excepcionalmente, se pide que al autor del ilícito se le finquen responsabilidades administrativas o penales ante la Secretaría de la Función Pública. Tercero, en la mayoría de los casos el servidor público inculpado ya no estará en el cargo e, incluso, es posible que ya sea otro el partido político que lo detenta.
Así, la gran mayoría de hallazgos de desfalcos que descubre la ASF, pasan a un expediente reservado que queda congelado para futuros usos políticos. Para nadie son desconocidos los informes de la auditoria de los doce años de gobiernos panistas que, incluyendo la última del 2012, cuyo informe se acaba de rendir, encontraron un sinfín de irregularidades, descaradas y disfrazadas sustracciones de recursos, ó dispendios exorbitantes por parte de los titulares de las dependencias. Todo ello va a quedar como una afrenta más al pueblo que se sumará a otros tantos agravios que están en la causa de la pobreza de la mayoría de los mexicanos.
La Auditoria Superior de la Federación encontró en ese periodo más daños y perjuicios al patrimonio público, que los ya crónicos por la corrupción e ineficiencia en la ejecución del gasto de los gobiernos de Fox y Calderón. La conclusión que se desprendió del análisis y estudio de lo ocurrido en la docena panista es todavía más grave, y en el informe se dictaminan como: “riesgos de sustentabilidad a largo plazo, derivado de una baja recaudación, gastos fiscales excesivos, tendencia inercial y creciente del gasto público, así como el aumento de la deuda pública para financiar el déficit presupuestario”. Calderón dejó al país con 5.5 billones de deuda. Peña Nieto la ha incrementado a 6.6.
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