Así como en Coahuila, después del “moreirazo” de Humberto. Su hermano Rubén, heredero de la gubernatura, organizó una dizque Comisión de Transparencia del ejercicio del gasto público con destacados miembros de la iniciativa privada (previamente favorecidos del desfalco anterior). Así, ahora, a nivel federal, Manlio Beltrones y Emilio Gamboa se proponen, después del “peñanietazo” en el Estado de México, crear en el Congreso una Comisión Nacional Anticorrupción según lo anunciaron el día de ayer.
Lord Acton, el inspirador de Winston Churchill asentó para la Historia que: “El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Algo que hoy en México podemos agregar que si el poder del PRI es corrupto superlativamente el poder del PRIAN es infinitamente corrupto ó corrupto al cuadrado. Ello porque si la memoria nacional no nos traiciona, el que fue Secretario de Hacienda cuando Humberto Moreira falsificaba gacetas oficiales del Estado de Coahuila y Hacienda se las reconocía válidas para obtener créditos inmensos, era precisamente Ernesto Cordero quien, ¡oh sorpresa!, será ahora, el coordinador de Senadores del PAN en la llamada Cámara alta.
Es claro que el PAN y el PRI aprobarán la Comisión Nacional Anticorrupción con la misma lógica que en sus tiempos Miguel de la Madrid promovió la famosa Renovación Moral y la Secretaría de la Contraloría contra la Corrupción, es decir, para lograr una vez más hacer creer al pueblo que las cosas cambiarían pero por sobre todo, para crear una especie de resignación psicológica de que el estercolero del pasado quedaría sepultado. La historia se repite, Peña Nieto puede proseguir su siniestro plan de que Felipe Calderón le regrese la Presidencia que el primero le entregó hace seis años y con ello podrá irse tranquilo al extranjero, como asesor de Washington aprovechando la inmunidad que los propios abogados de los Pinos pelean para Zedillo y manejar, por control remoto, a su partido a través de la hermana que deja en el Senado.
La denominación de “democracia privada”, en donde el Estado tiene que ver muy poco frente a los poderes fácticos, y que Gore Vidal aplicó al sistema norteamericano en la época de Bush, resulta claramente importada a nuestro país cuando vemos la inocultable colusión de los sectores de la iniciativa privada más retrógrada con el partido de su conveniencia para conseguir el mejor acomodo en el poder los próximos seis años. Para Televisa, para Soriana, para MONEX, para Scotiabank y para otros más que están en la trama del fraude electoral consumado el primero de julio, les resulta de primera importancia para mantener su condición privilegiada, el que para el próximo 6 de septiembre el Tribunal Electoral rompa el orden constitucional reconociendo válida una elección espuria.
Resulta penoso ver el silencio de otro sector, el más importante, el de los verdaderos empresarios, que estuvieron al margen del contubernio electoral y que no protestan ante lo evidente que fue la campaña de Peña Nieto burlándose de la opinión ciudadana que ya conoce las entrañas de lo que fueron los traslados de inmensos recursos públicos y privados hacia la consumación de la farsa electoral. Ya nadie duda que los principios constitucionales: rebase de topes de gastos de campaña, compra y coacción del voto e inequidad en los medios de comunicación, manejo electoralista de las encuestas. En suma elecciones que no fueron libres ni mucho menos auténticas como lo manda el máximo ordenamiento nacional y la más elemental ética política.
En este contexto la nueva estrategia de la creación de la Comisión Nacional Anticorrupción por quienes personalizan la escoria política que vive de ésta práctica, tiene como objetivo tranquilizar la conciencia de quienes saben de lo inaceptable del triunfo de Peña Nieto pero ahora dicen que los consuela el que otro caso igual no ocurrirá en el futuro porque la oposición de López Obrador lo evitará. Estos acomodaticios saben que se están auto engañando, que es un ardid muy conocido el ofrecer rectificaciones incumplibles a futuro y que, en cambio, con éste precedente electoral, el gobierno que de él surja no podrá remontar el lastre de su ilegitimidad.
¡Ahora o nunca!, si no nos proponemos hacer nuevas elecciones limpias y verdaderas no podremos jamás tener un gobierno que verdaderamente salve a México y a los mexicanos del presente y del futuro. Nadie podrá llamarse engañado si avala un proceso electoral que avergonzaría al más atrasado de los países del mundo.
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