El gabinete de Peña Nieto se integró básicamente de tres corrientes. Los protegidos de Carlos Salinas, los itamitas (egresados del ITAM) del establo de Eduardo Aspe y la de los tolucos, residuos del grupo Atlacomulco. La omnipotencia del Presidente para nombrar a sus colaboradores en función de compromisos políticos, reciprocidades en encubrimientos, paisanaje y pagos obligados a su propio partido; hacen de la administración pública federal y del control de los órganos legislativos, una verdadera ensalada de personajes que más que prestar un servicio público, parecen parte de una compañía que monta una opereta de género cómico-bufo.
Obviamente los resultados de los sexenios anteriores y el que va corriendo, son claros fracasos ante lo que un modelo democrático de administración pública debe ofrecer al pueblo. El ciudadano reduce el ejercicio de su soberanía a la elección del presidente cuando bien le va, pero deja a éste la potestad monárquica para nombrar a su cohorte. La teoría moderna del sistema presidencial descansa en que él elegido escoja, a sus próximos colaboradores, en función de las necesidades de los ramos que habrán de atender y según sus aptitudes técnicas y calificación moral para ello. Todo lo contrario sucede en la práctica.
Lo peor es que un seleccionado de alta jerarquía a su vez, integre su equipo sobre las mismas bases de intereses y amiguismos sin cuidado alguno sobre capacidad, experiencia, probidad y vocación de servicio, por lo que el circulo vicioso permea hacia abajo con graves consecuencias en costos, productividad y deplorable atención al usuario y a sus familiares, desencadenando así una degradación al extremo de que la burocracia es ya un lastre para el México de hoy y del futuro.
No importa que el país vaya al garete. La economía hacía abajo junto con el empleo; la violencia e inseguridad hacia arriba y el desorden y desaseo legislativo a su máxima expresión. Todo se confía en que la publicidad pagada a todo vapor en televisoras, radio y prensa, va a purgar toda responsabilidad y el pueblo se va resignar a que: “no hay de otra” y el cambio es una utopía inalcanzable. Peña Nieto acapara las críticas para contrarrestarlas con apariciones televisivas cotidianas, trabajando y resolviendo problemas (sic). Sus colaboradores o cómplices se escudan cumpliendo dócilmente los papeles que se les asignan así sea los de vende patrias.
Un caso típico de estos especímenes es el de Pedro Joaquín Coldwell improvisado como Secretario de Energía, seguramente porque Peña sabe que es concesionario de todas las franquicias de Pemex para gasolina, aceites y otros combustibles en la Isla de Cozumel, para consumo terrestre y marino.
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