En muchas ocasiones las mujeres –en especial las madres solteras, jefas de hogar, cuidadoras y trabajadoras domésticas– se ven obligadas a emplearse en trabajos informales o a incursionar en actividades que fomentan la corrupción y se debaten entre lo legal y lo ilegal.
Expertos en políticas públicas sostuvieron que en todos los países existen “zonas grises de la economía”, es decir actividades que pueden ser o no conductas criminales, que producen dinero, que no aportan a la riqueza de un país, pero que son fuente de empleo para las personas que por diversas razones no tienen un trabajo formal.
El economista y académico de la Universidad de Jawaharlal Nehru en la India, Arun Kumar; la socióloga y egresada de la Universidad Hull de Reino Unido, Nelly Uresty, y la presidenta de la organización Por lo Derecho, Sylvia Pérez, coincidieron en que por sus condiciones de desventaja las mujeres son parte de esta economía informal.
Los especialistas participaron en el foro “Las zonas grises de la economía: una delgada línea entre lo legal y lo ilegal”, organizado por la Fundación Heinrich Böll Stiftung.
El hindú Arun Kumar explicó que en el ámbito económico existen actividades fuera de la ley y actividades formales, pero también hay otras que están en el “limbo” porque a pesar de que no son conductas ilícitas producen dinero a través de una cadena de corrupción; es decir, “zonas grises de la economía”.
El experto señaló que esas actividades generan empleo en el sector informal y se pueden encontrar en distintos campos, que van desde la agricultura, la industria, la manufactura, las finanzas, el sector servicios, y en la industria del entretenimiento, pero son labores que “no se ven a primera vista”.
Sobre este tema, la socióloga Nelly Uresty hizo una investigación sobre el tráfico de personas, en el que el 90 por ciento de las víctimas son mujeres que son traficadas con fines de explotación sexual comercial.
Al respecto, Uresty dijo que esto constituye una acción criminal que en muchas ocasiones se esconde bajo la bandera de “trabajo sexual”.
Incluso destacó que en Europa hay un movimiento de mujeres que lucha porque el trabajo de la prostitución se dignifique y se legalice, con el argumento de que sólo el 10 por ciento de las mujeres (cifra no comprobada) que está en la prostitución son violentadas y víctimas de coerción, mientras que el resto trabaja de manera “voluntaria”.
La experta advirtió que las “zonas grises” de la economía significan un doble enfoque que al final legitima “una acción que está mal”, no obstante reconoció que este es un tema complejo porque muchos de los proxenetas en Tlaxcala vieron una forma de obtener dinero fácil ante la falta de empleos en una zona rural.
A estas observaciones, la activista Silvia Pérez destacó que después de un análisis exhaustivo al final las “zonas grises” terminan por ser “zonas oscuras” porque las actividades informales violentan la ley al romper las reglas, o bien, corromper las instituciones.
La experta en cultura de la legalidad mencionó que una mujer que consiga empleo formal puede poner un puesto de jugos en la calle, pero no pasará mucho tiempo antes de que sea extorsionada por policías o funcionarios que le pedirán condiciones para no denunciarla o quitarle el puesto que acaba de poner.
Por ello consideró que las personas que realizan actividades informales terminan por entrar, quieran o no, en una red de corrupción, y eso significa que generan dinero, llevan sustento a sus hogares, pero a la vez nutren los problemas sociales que el Estado no atiende de manera eficaz.
Los especialistas coincidieron en que es necesario estudiar este fenómeno que roza la economía, la sociología y la legalidad, para que el Estado arreste a las personas, tipifique delitos o implemente apoyos económicos para un problema que en último término es de seguridad nacional.
=AGM=
(CIMAC)
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