Las víctimas de violación sexual, feminicidio o violencia intrafamiliar demandan una justicia que va más allá del Derecho, toda vez que para estas mujeres no basta que su victimario sea encarcelado ya que las agresiones que vivieron dejan una huella que debe tratarse con el tiempo.
En opinión de la doctora en Filosofía por la UNAM Ana María Martínez de la Escalera, la justicia es un reclamo de las víctimas que no se acaba con una demanda jurídica o un juicio penal, pues se trata de un proceso en el que las mujeres sobrevivientes inciden en los otros, es decir, hacen que la sociedad se indigne y acompañe sus demandas.
Al participar en la presentación del libro “Arte, justicia y género”, publicado por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) y la editorial Fontamara, la también investigadora del Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG) afirmó que la semilla de la justicia nace de la construcción de nuevas relaciones sociales, y por ello es importante la activa participación de la sociedad civil.
“Los colectivos en general de víctimas o personas agraviadas que se juntan para hacer exigencias a las autoridades civiles… van creando relaciones entre individuos que pueden llegar a asombrarnos”, afirmó Martínez de la Escalera.
Destacó que las maneras en que las personas se organizan para exigir alguna acción o para que un culpable sea condenado, hacen un trabajo significativo porque al reunirse y convivir unos con los otros comienzan a crear una justicia que va mas allá del Derecho.
Como ejemplo de los procesos de las mujeres –se detalla en el libro– está el caso de las indígenas tlapanecas Inés Fernández Ortega y Valentina Rosendo Cantú, quienes acudieron al Sistema Interamericano de Derechos Humanos luego de que en 2002 fueron víctimas de violación sexual por parte de militares.
En 2010 la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó al Estado mexicano por su responsabilidad en la violación de ambas mujeres, sin embargo fue hasta finales de 2013 cuando se detuvo y consignó a los presuntos responsables. No obstante, ambas mujeres fueron discriminadas y estuvieron inmersas en un proceso penal de 10 años.
Asimismo, está el caso de Norma Andrade, madre de Lilia Alejandra García Andrade, joven que desapareció en 2001 y días después fue encontrada asesinada. De la tragedia nació la organización Nuestras Hijas de Regreso a Casa, que acompaña casos de desapariciones y feminicidio en Ciudad Juárez.
En este contexto, la investigadora mencionó que el daño que se le hace a una mujer víctima de violencia con el tiempo se puede transformar si los otros se juntan colectivamente, para acompañar el duelo y ser solidarios.
Además de las aportaciones de la filósofa, en el libro se reúnen ensayos desde distintas disciplinas o líneas de investigación. Los textos van desde la crítica a la obra de la pintora Remedios Varo o de la escritora Virginia Woolf, el análisis de la anorexia en el modelaje y hasta reflexiones sobre las estrategias de litigio jurídico.
En la presentación en la Feria Internacional del Libro (FIL) del Palacio de Minería también participaron la jurista Lucía Raphael, la feminista María Teresa Priego, y el narrador y ensayista Sergio González Rodríguez, quienes coincidieron en que a través de las letras, la pintura, el teatro, la danza o el cine se puede dar testimonio de la terrible realidad que viven las mujeres que son violentadas.
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(CIMAC)
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