Nuevas tecnologías arriesgan privacidad de las mujeres

Foto: César Martínez López CIMAC

Foto: César Martínez López
CIMAC

En la actualidad las videocámaras, los sistemas de geolocalización, los celulares, los dispositivos móviles, las plataformas en internet y hasta las tarjetas de crédito son herramientas que usan el Estado, las empresas y la ciudadanía para vigilar a los otros, por lo que estos mecanismos se pueden convertir en una intromisión en la vida de las personas.

La doctora en Sociología de la Tecnología de la Universidad Estatal de Campinas, Marta Kanashiro, y la doctora en Comunicación de la Universidad Federal de Río de Janeiro, Fernanda Bruno, explicaron que en la actualidad todas las personas viven expuestas a ser vigiladas, pero ahora ya no sólo por el Estado pues a esta actividad se han sumado los mismos ciudadanos.

Para hablar sobre este tema, las expertas brasileñas concedieron una entrevista a Cimacnoticias tras participar en el “Seminario internacional sobre vigilancia, tecnología y sociedad”, de la Red Latinoamericana de Vigilancia, Tecnología y Sociedad, un encuentro auspiciado por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) y la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM).

Según las pioneras en los estudios sobre vigilancia, una definición de este concepto es referirse a cualquier observación sistemática y focalizada de un individuo, una población o al monitoreo de información relativa a estas personas a fin de producir conocimientos e intervenir en sus comportamientos.

Kanashiro dijo que hoy en día todos vigilan, desde los ministerios de seguridad, las empresas de comunicaciones o de publicidad, y hasta personas en lo individual, quienes monitorean con distintos fines, ya sean administrativos o afectivos, es decir controlar a sus parejas o mantener vigilados a integrantes de la familia.

Bruno agregó que con las nuevas tecnologías han evolucionado los dispositivos de monitoreo y captura de datos, por lo que las herramientas de clasificación de información cada vez están más presentes en la vida cotidiana y en muchas ocasiones trae graves consecuencias, ya que incluso las mujeres pueden correr riesgos y convertirse en víctimas.

Mencionó como ejemplo que en Brasil se presentaron casos de mujeres que fueron convencidas por sus parejas para ser videograbadas o fotografiadas, y posteriormente estas imágenes de alto contenido sexual circularon en internet.

Por ello aclaró que en la modernidad no es posible comunicarse sin dejar huellas y toda esa información que se deja cuando se usan buscadores en internet o se accede a redes sociales, puede ser usada por el Estado para combatir el crimen o por las empresas para conocer las percepciones de la gente y mejorar sus servicios o productos.

No obstante, Kanashiro apuntó que no todo es negativo en estos sistemas de vigilancia; por ejemplo –expuso– se pueden usar microchips en el cuerpo para que una paciente con una enfermedad crónica sea monitoreada por su médico y así haya un seguimiento puntual de los malestares y se eviten complicaciones.

El continente americano, señalaron las expertas, es el nuevo mercado de las “máquinas de observación y monitoreo”, por lo que ahora hay un interés por introducir las cartillas de identidad, cartas biométricas, sistemas de video y radiofrecuencia, o el uso de drones o vehículos aéreos no tripulados para controlar a la sociedad.

Ambas expertas coincidieron en que aún faltan estudios más profundos sobre los estudios de género y los estudios de vigilancia, a fin de tener indicios más claros sobre esta relación de la que hasta ahora poco se sabe, en parte porque el tema de vigilancia es un concepto que apenas se está abriendo paso en las universidades y los centros de docencia de América Latina.

 

=AGM=

(CIMAC)