Pese al desdén masculino, mujeres policía cumplen su labor

Foto: Octavo Día

Foto: Octavo Día

La patrulla comunitaria marcó el alto para la revisión. La camioneta de la policía estatal se detuvo.

–¿Ustedes quiénes son?, cuestionó el conductor en medio de la noche.
–Es la policía de la comunidad, recibió como respuesta.
–¡Ay, no manches… son mujeres!

Era el primer rondín del cuerpo de mujeres policía conformado para resguardar Tayata en 2013. Hasta entonces una actividad exclusiva de los hombres.

Santa Catarina Tayata es un municipio de la Mixteca oaxaqueña a tres horas y media al norponiente de la capital del estado.

Libia, mujer entrada en años, sonríe, deja la labor frente al comal y se encamina hacia el patio donde retozan los perros. El hogar se ubica en el paraje Cañada Itunute, muy cercano al pie del monte que circunda a la población.

Comienza a relatar: “Decíamos que los hombres no salían a rondines y que nosotras como mujeres también podíamos (…) Hace años ya habíamos platicado de esto. Así en charlas decíamos que si hacíamos un cuerpo de policía de puras mujeres. La señora Regina Cruz (de 86 años) decía ‘sí, yo soy la comandante y sólo me siento a ordenar’.

“Lo decía en tono de broma, pero la inquietud era real. Y pues bueno, cuando nos nombraron dijimos: ‘híjole, hasta que se nos hizo’. A lo mejor quedaron unas que no lo habían planeado, pero muchas ya teníamos ese deseo de ser policías”.

Fue en la asamblea de elección de autoridades de 2013 cuando los hombres las retaron a ejercer el cargo y ellas aceptaron. La propuesta de inicio planteaba la conformación de una policía mixta, “nosotras no quisimos, pedimos que fueran puras mujeres”.

Finalmente el grupo quedó conformado por Demetria Ramírez Cruz como primera comandante; María Mendoza, segunda comandante, y como policías Libia Reyes Hernández; Virginia Mendoza Reyes; Patricia Reyes Hernández; Jael Sánchez Reyes; María Guadalupe Espinoza; Teresa Mendoza; Catalina Bautista y María Teresa Sandoval Aguilar.

Para Libia el cargo “fue un honor y mucha satisfacción (…) Y si a mí me hubieran dicho quédese otro año, sí me quedo”.

En Tayata el cargo de policía dura un año. Además de las labores de rondines nocturnos en la comunidad y hasta sus colindancias con otras poblaciones, el cuerpo de policías comunitarios son quienes encabezan los tequios, es decir, labores colectivas como la construcción de espacios comunitarios, apertura de brechas o limpieza de caminos. De igual manera, la policía está encargada de convocar a la población para la realización de las asambleas.

Su labor es sin goce de sueldo, pero con una ayuda semanal de 400 pesos. Sin embargo, para estas mujeres el apoyo sólo fue de 200 pesos.

Desde la función de las mujeres policía, la patrulla comunitaria permanece parada ya que los rondines los realizaban a pie como parte de una estrategia para no alertar a quienes estuvieran cometiendo algún tipo de ilícito.

Tras los buenos resultados, la población decidió que en 2014 el cuerpo de policías conformado por hombres no utilizará la unidad móvil, salvo en casos sumamente necesarios.

Virginia es hija de Libia. Debajo del sombrero de palma está el rostro de una mujer madura. Ella fue segunda auxiliar de policía, cargo que desempeñó con orgullo a pesar de que “el agente municipal nunca confió en nosotras; para él como mujeres éramos menos, éramos poco, no valíamos. Siempre dijo: ‘eso es cosa de hombres, las mujeres qué van a poder’. Pero le demostramos que se pudo.

“Yo fui de las que dijo ‘no voy a cumplir porque mis hijos todavía están chicos’, pero después dije ‘voy a recibir y a demostrarles que sí se puede’”.

Libia y Virginia, madre e hija, se desempeñaron como policías en 2013. Durante su labor lograron detener a un par de personas que se dedicaban a robar la miel de una granja apícola. Para Libia, este hecho fue la experiencia más difícil por ver el sufrimiento de la madre cuando se llevaron esposado a su hijo. “Yo digo que soy una mujer fuerte, pero tengo corazón de pollo. Al ser diabética, me llegó el trancazo”.

Tayata, entre cerros rojizos

Una carretera flanqueda por cerros colorados conduce a Cuauhtémoc Tayata, localidad perteneciente a Santa Catarina, y donde habitan 246 personas, de las cuales 109 son hombres y 137 mujeres, según el censo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

En Cuauhtémoc hay 76 hogares, de éstos, 35 tienen piso de tierra y dos cuentan con una sola habitación. La mayoría tiene luz eléctrica, sólo una casa tiene computadora y 37 un televisor.

A los pies de la estatua de Cuauhtémoc, una placa conmemorativa al cincuentenario de la fundación de la comunidad colocada en 1986 refiere que la historia de Tayata data de 1936.

La mayor parte de la población se dedica a la siembra de maíz y frijol para el autoconsumo. Principalmente quienes son madres solteras o viudas alquilan su fuerza de trabajo para la “arrancada” (cosecha) de frijol, actividad por la que perciben 100 pesos. La jornada la combinan con los quehaceres de la casa y el cuidado de las hijas e hijos.

Mujeres de roble

María Teresa Sandoval Aguilar, quien se desempeñó como séptima policía, forma parte de las mujeres que durante su nombramiento cumplieron una triple jornada de trabajo.

Teresa relata: “Cuando me nombraron como policía yo no dije nada, dentro de mí pensé: ‘no’. Salir de noche yo pienso que a todos nos da miedo, pero viendo que todas aceptaban no me eché para atrás”.

Ella es viuda, así que se encarga del cuidado y manutención de sus dos hijos.

Al terminar los rondines a las tres de la mañana, Teresa regresaba a casa a dormir tres horas antes de levantarse para preparar el desayuno para que sus hijos fueran a la escuela. Al mismo tiempo, atendía una tienda de abarrotes, principal sostén de la familia.

“Yo al menos digo ‘se hizo poco’, quisimos hacer más aunque nosotras no fallamos”.

 

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(CIMAC)