A través de un convenio de colaboración firmado entre la Facultad de Psicología (FP) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), se realizó la evaluación de 200 personas para la detección del impacto psicológico causado por la violencia, de las que el 27.5 por ciento cubrió criterios del trastorno por estrés postraumático –víctimas o testigos de actos de violencia como ejecuciones, secuestros o balaceras–.
El Programa Terapéutico fue realizado por expertos de la Facultad de Psicología de la UNAM, dicho programa es realizado mediante realidad virtual para tratar a víctimas de violencia criminal, y a través de un Laboratorio de Enseñanza Virtual y Ciberpsicología, trataron en Ciudad Juárez a 30 personas de entre 18 y 65 años de edad con diagnóstico del trastorno por estrés postraumático, con muy buenos resultados, tratamiento que es similar al que usan soldados que regresan de la guerra en Irak o Afganistán.
La eficacia del procedimiento, que dura 12 sesiones semanales, fue del 80 por ciento, “cifra muy alta en los tratamientos psicológicos. Los usuarios consideran que tuvieron efectos satisfactorios y que la terapia les fue de utilidad”, explicó Georgina Cárdenas López, titular de ese laboratorio.
Se brindó una intervención innovadora, con la incorporación de sistemas tecnológicos de última generación con realidad virtual, para recrear las situaciones y recuerdos en víctimas de violencia criminal, problema relevante en nuestro contexto socio-cultural. Se trató a 30 personas (60 por ciento mujeres y 40 por ciento hombres) de entre 18 y 65 años de edad con ese trastorno, con buenos resultados.
Algunos estudios antecedentes se han llevado a cabo con soldados estadounidenses que regresan de la guerra en Irak o Afganistán. No obstante, a la fecha no existe a nivel mundial un desarrollo tecnológico que incorpore el uso de realidad virtual para la atención de este tipo de estrés, por lo que su diseminación, además de incidir en el bienestar de los afectados, permite el empleo de la terapia de exposición en un ambiente controlado y seguro.
Lo anterior, debido a que puede simular el acontecimiento con alto grado de realismo y, por tanto, ayudar a los pacientes, con independencia de su capacidad para imaginar. También permite tener un control preciso del terapeuta a la hora de presentar los estímulos temidos, por medio de imágenes y sonidos que, específicamente en los afectados, son de utilidad para recrear los recuerdos, explicó.
“Podría ser de mucha ayuda en aquellos centros donde se atiende el aspecto legal, pero donde la parte psicológica, que puede llegar a discapacitar, no se toma en cuenta”, consideró la universitaria.
La intención de este proyecto, destacó, no sólo fue probar un programa terapéutico, sino entrenar a estudiantes de la UACJ para que sigan con su aplicación, “aunque para ello se requiere interés y apoyo de las autoridades”.
Cárdenas López refirió que ante los paisajes dramáticos de la violencia que se vive, no queda más que pensar de qué forma los conocimientos con los que contamos pueden ser aprovechados, no sólo en las víctimas, sino en testigos de esos actos.
Hace año y medio en su laboratorio se desarrollaban ambientes virtuales –a punto de ser concluidos– para la atención de quienes han sufrido asalto con violencia, secuestro y “secuestro exprés” en la Ciudad de México; entonces, se emitió una convocatoria del Conacyt para trabajar aspectos de salud mental en aquella urbe de la frontera norte.
“Pensé que eso era más urgente y que con esta misma idea y modelos terapéuticos podíamos dar apoyo”, expuso. El proyecto fue aprobado y después del desarrollo del software y los ambientes virtuales, inició la aplicación de la terapia en la UACJ.
Durante las sesiones, el paciente usa unos lentes de realidad virtual para navegar en uno de diversos escenarios que le recuerden el hecho: las calles de Ciudad Juárez, o entornos de un asalto, donde puede aparecer una mano que sostiene un arma, y donde se escucha la voz de alguien que amenaza; asimismo, otro referente a una balacera entre criminales y soldados.
Uno más podría ser el de un retén, próximo al sitio donde dos víctimas fueron asesinadas, o un secuestro, donde dos criminales armados se llevan al usuario en forma violenta y con amenazas.
El terapeuta controla el teclado y presenta diferentes estímulos (voz, sonido e imagen) al paciente. Por ejemplo, el contexto puede ser nocturno, si así lo requiere el caso, “porque cada persona tiene su historia”. Se trata de escenarios que incluyen estímulos auditivos y visuales, que facilitarán a los usuarios recrear la situación y tener la sensación de “estar ahí”.
La especialista explicó que este trastorno es un padecimiento con una constelación de síntomas psicológicos (miedo, horror y/o desesperanza y fisiológicos, aumento de la frecuencia cardiaca y respiratoria, y mayor tonicidad muscular) que se presentan a partir de la presencia o victimización en una situación violenta.
Tiene tres tipos de síntomas en términos generales: la reexperimentación intrusiva flashback, donde se revive la experiencia, o imágenes que vienen a la mente de manera involuntaria; la evitación cognitiva persistente, es decir, no querer recordar el evento, y la hiperactivación que produce, entre otros, problemas para dormir e irritabilidad.
La prevalencia a escala mundial de ese síndrome es de 25 por ciento de las personas que atestiguan hechos de violencia; en Ciudad Juárez, la cifra podría alcanzar el 27.5 por ciento.
El objetivo de este programa clínico basado en evidencia (donde se manejan modelos gráficos tridimensionales que permiten exponer al paciente de manera segura y controlada) no es que los individuos olviden, sino que hagan un reprocesamiento emocional y extinción de las respuestas de miedo condicionadas, aclaró. “Los apoyamos para que controlen y reduzcan su estrés. Piensan en su situación, pero con otra perspectiva”.
Asimismo, sostuvo que existe la necesidad de atención psicológica en sitios como Ciudad Juárez. Instancias como la Fiscalía de Víctimas y Ofendidos del Delito de la PGR en esa urbe han mostrado su interés por ser capacitadas en la aplicación del programa.
A diferencia de los soldados con padecimiento que regresan de la guerra y reciben atención especializada, los juarenses siguen inmersos. Por ello, se les ha dado seguimiento y “hemos encontrado que los cambios positivos se mantienen, e incluso la mejoría, a lo largo del tiempo, después de finalizado el tratamiento”.
Además de la próxima aplicación de este tipo de programas virtuales en la Ciudad de México, Cárdenas y su equipo planean usarlo en mujeres con este estrés, que llegan a los hospitales por violencia intrafamiliar, y para el manejo de ira y enojo en maltratadores.
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