El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) decidió celebrar sus primeros 20 años de vida a puerta cerrada enclavados en la sierra chiapaneca entre los suyos.
Tal vez el autoexilio guerrillero se deba a que en su mítico San Cristóbal de las Casas, el espíritu revolucionario murió y dio paso al turismo para la activación económica.
Las empedradas y frías calles de la ciudad han olvidado que hace dos décadas surgió uno de los movimientos más importantes de la vida contemporánea nacional, en el que el EZLN se levantó en armas en contra del gobierno federal que encabezaba en ese tiempo Carlos Salinas de Gortari.
Las imágenes de los enfrentamientos entre zapatistas y militares, que fueron enviados a recobrar el orden de la zona, fueron sustituidas por las de turistas extranjeros, principalmente italianos y argentinos, que disfrutan de la paz que brinda un buen café chiapaneco.
La catedral de San Cristóbal, que fue testigo de honor con el obispo, Samuel Ruiz, de los primeros diálogos entre los sublevados y el gobierno federal, se convirtió en una iglesia más del país que cada vez convoca menos flashes.
Frente a su fachada está el centro de atención de la temporada: una pista de hielo instalada por el gobernador de la entidad, Manuel Velasco.
En las paredes no hay consignas ni grandes anuncios que recuerden el movimiento que lideró un grupo de indígenas chiapanecos que exigían mejores condiciones de vida para su población.
El único recuerdo del aniversario es una instantánea del subcomandante Marcos con su mítico pasamontañas negro, la cual anuncia una exposición fotográfica en un café local.
Hasta para los propios artesanos dejó de ser negocio el EZLN, pues pese al frío, los pasamontañas, símbolo del movimiento armado, dejaron de ser los más vendidos entre los turistas.
A dos décadas de distancia de aquel suceso que arrojó a la vida pública a personajes como el obispo de San Cristóbal, Samuel Ruiz, el mediador del gobierno federal, Manuel Camacho Solís y el propio subcomandante Marcos, las cosas parecen muy distintas: los zapatistas que nunca pretendieron ingresar a los libros de texto ni en la historia oficial, pasaron a ser un recuerdo que se lleva en una pluma en la que se inscribe EZLN con la efigie de un encapuchado.
El subcomandante Moisés, de quien se presume asumirá las riendas del movimiento en los próximos días como parte del relevo generacional, emitió un comunicado «desde algún lugar de la selva» en la página oficial de los rebeldes en el que abre las puertas de los festejos «a todos, menos a la prensa».
Veinte años han pasado del surgimiento del EZLN que buscaba una vida digna para los pobladores de la zona, pero aún se ven niños y ancianos tirititando de frío, hablando un poco de español para poder vender sus artesanías, todo esto bajo la mirada del gobernador Velasco, quien anuncia un «Cambio» en un panfleto gubernamental como parte de su primer informe de actividades.
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