La democracia mexicana funciona con las estructuras caducas del pasado, lo que impide su desarrollo pleno y ciudadano, plantearon académicos en el seno de los trabajos del Tercer Congreso Nacional de Ciencias Sociales, celebrado en la UNAM.
En la mesa redonda Tensiones y desafíos de la democracia contemporánea, Francisco Valdés Ugalde, del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de esta casa de estudios, expuso que los sistemas vetustos asfixian la renovación de la democracia.
En la Antigua Escuela de Jurisprudencia, indicó que “ha habido un desarrollo sólo electoral, no del federalismo; prevalece sólo la disputa por el poder. Ha evolucionado a gran velocidad el Poder Judicial, pero no existe un cambio de paradigma; subsiste una crisis de representación y una parálisis para renovar sus mecanismos”.
José Luis Reyna, académico de El Colegio de México y ex integrante de la Junta de Gobierno de la UNAM, indicó que nuestro país, como régimen democrático, tiene una escasa experiencia. “El descrédito de la política ha sido factor para ello, junto a muchos años de régimen autoritario”, añadió.
En la sesión, Lorenzo Córdova, consejero del Instituto Federal Electoral, e integrante del Instituto de Investigaciones Jurídicas (IIJ), dijo que en México persiste un típico tridente problemático de la democracia, compuesto por el dinero, la política y los medios de comunicación.
“En nuestro país ha habido una tentación por eliminar el financiamiento público de las elecciones, pero los partidos tienen necesidades de gasto, y no deseamos que busquen los recursos donde no deben hacerlo”, añadió.
Violencia y homicidios
En la mesa Mujeres, niños, ancianos y jóvenes ¿nuevas víctimas?, efectuada en el Antiguo Palacio de la Escuela de Medicina, Paula Soto, del Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa, afirmó que el temor a la violencia no es medible, pero es un factor que condiciona de manera profunda el uso del espacio público.
En la investigación sociológica y criminológica en torno a ese fenómeno, se tiende a asumir que el miedo de las mujeres es paradójico, porque sienten mayor desconfianza al caminar solas por la calle, aunque en términos de estadísticas son mayor objeto de violencia en los espacios privados.
Además, se tiende a pensar al miedo y la violencia como hechos separados, aún si el primero es componente fundamental de la segunda. Incluso, consideró, el temor de ellas a ocupar áreas públicas (sobre todo, por una agresión sexual) podría ser pensado como una forma de violencia.
Maritel Yanes, de El Colegio de México, en un análisis que abarca el periodo del 2000 al 2005, encontró que no es la marginación el factor que explica mejor el fenómeno del homicidio.
El grupo más afectado por ese hecho en las entidades con mayor grado de sucesos violentos fueron los hombres entre 30 y 44 años. En las mujeres las tasas más altas se ubican en edades más adultas, finalizó.
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