=Por Jesús González Schmal=
El juicio del soldado estadounidense Bradley Manning, después de haber sido sometido a dos años de humillante prisión en un calabozo y ser acusado de traición a la patria por haber entregado información reservada a Julian Assange, creador de Wikileaks, constituye el ominoso caso de una supuesta democracia que teme a la verdad y a la transparencia en las decisiones y acciones de su gobierno. Cierto, la información desnuda una política exterior de los Estados Unidos prepotente e hipócrita, pero también, como en el caso de México, exhibe las miserias y embustes de la política entreguista de Felipe Calderón.
Obviamente la furia de los conservadores norteamericanos que prefieren una política tenebrosa, oculta, de doble cara, le están cargando a Manning el haber infiltrado información a la organización de Osama Bin Laden. Imputación que resulta ridícula en cuanto que el líder de Al-qaeda fue acribillado en un remoto domicilio de Abbottabad Pakistan, donde no hubo un sólo guardia o custodio capaz de defenderlo de la celada que le tendieron.
Sin ser necesario, privaron de la vida al líder islámico para que no fuera posible conocer su versión sobre el ataque a las Torres Gemelas, con lo que la humanidad nunca sabrá si es, o no, el autor del horrendo crimen, manteniéndose entonces las dudas sobre el autoatentado que no pocos le atribuyeron a George W. Bush.
Lo cierto es que Wikileaks y Julian Assange (asilado en la embajada de Ecuador en Londres) han sacudido al mundo. Sólo quien acepte resignadamente que las tortuosas relaciones internacionales de ahora y la política interna fracasada de una gran mayoría de países, son una realidad dramática a la que estamos condenados los hombres. No hay posibilidades de cambiar, dirán los que no reconozcan que el valioso volumen de información que hasta hora conocemos y mucho más, que todavía no conocemos, no tienen valor alguno. Son muchos otros en cambio, los que ponderan está nueva fuente de información que si bien llevará tiempo conocer sus efectos, ciertamente tenemos un derecho inequívoco de acceder a ella, para tomar decisiones con conocimiento de causa, como privilegio humano para el ejercicio de una libertad responsable.
El gobierno del Obama tratará de hacer el juicio más rápido para Manning, con el fin de imponerle la prisión perpetua y denigrar, hasta donde se pueda, a uno de sus soldados que al igual que nuestros jóvenes del Soy 132 creen en que “la verdad nos hará libres”. La política norteamericana ensoberbecida, arrogante, belicosa y los gobiernos peleles, dóciles, mercenarios, que con tal de llegar o mantenerse en el poder, condescienden con la cínica intervención gringa en todos los espacios del mundo.
Los norteamericanos actúan como si su propia vida interna de megafraudes financieros, decadencia y depravación de una buena parte de su juventud y la violencia, y discriminación interna fuera el camino que hará superar al mundo las guerras, miseria, pobreza y desempleo creciente.
El objetivo de esta aceleración del juicio de Manning es con el propósito de que la exacerbación del ánimo de sus nacionales, para facilitar la pretensión de juzgar a Julian Assange con sus jueces y leyes, tal como lo han hecho con la de cientos de inocentes recluidos en Guantánamo, pagando penas o procesos con aprehensiones que avergonzarán al más sanguinario verdugo del Medioevo. La libertad y la cabeza de Assange, es el precio que Estados Unidos quiere cobrar por desenmascararlo como un país que aparenta ser civilizado pero que es implacable con quienes demandan congruencia entre lo que se predica y se practica.
El mundo democrático, los hombres y mujeres que en todas las latitudes luchan por la sustentación ética en todos los actos de la política y contra las prácticas obscuras de acuerdos contra los pueblos y a favor de los intereses de facciones poderosas, tendremos que mantener un frente contra la ya inocultable decisión de Washington de sacrificar a Manning para llegar a Assange. Los próximos meses serán decisivos en éste curso que la historia está siguiendo.
Wikileaks sólo espanta a los bastardos de la política. La tecnología de la información no puede restringirse a facilitar las actividades financieras y periodísticas convencionales. La información de Wikileaks y de cualquier fuente similar deber servir al periodismo de investigación para, desde ahí, soportar a la opinión pública en sus decisiones vitales. Sólo así será posible una nueva era democrática, que ya no sea sólo de fachada, sino otra de fondo, cuyo objetivo sea acabar con los simuladores embozados para manipular las elecciones en su provecho. La transparencia y la política a la luz del día es el nombre de ese posible futuro.
Hoy se hace obligatoria la lectura de “México en Wikileaks”, edición la Jornada, para conocer entre muchos otros secretos, lo que Felipe Calderón suplicaba al Director de Inteligencia Nacional de Estados Unidos, Denisse Blair para que detuviera la intervención de Hugo Chávez en Latinoamérica y en México. De éste tamaño son las revelaciones.
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