=Por Jesús González Schmal=
Obama fue sin duda, un buen rescate demócrata del que, lo menos que se esperaba en la Unión Americana después de los Bush, es que se acercara a Clinton victimado por la ruindad de los republicanos. Había desde luego una gran expectativa cuando llegó a la presidencia. Un hombre de color, mestizo, de nivel universitario, que auguraba sensibilidad social y un gran potencial de fraternidad universal. Martin Luther King era el referente obligado. Barack también atrapaba con la palabra, con la emoción, con la convicción de que podía haber una política mejor que rompiera moldes y que innovara con un liderazgo internacional pacifista.
Tenía la virtud de sus ancestros paternos en el mundo musulmán y de sus ascendientes inmediatos del mundo cristiano. Educado en diversos ambientes y lugares, parecía ecuménico y destinado a posibilitar el entendimiento, la armonía y la igualdad entre razas y credos. Tal vez por ello, por sus promesas de conseguir la concordia en el Medio Oriente, retirar tropas de Afganistán e Irak y devolver a Cuba la base militar de Guantánamo, se le concedió el Nóbel de la Paz en 2009.
Barack Obama ha cambiado mucho. Tal vez fue el desgaste y la frustración de no haber podido institucionalizar el derecho universal a la salud en su propio país, donde todavía hoy, los republicanos le guardan el cobro de la factura. Es posible que también el fracaso frente a los descomunales fraudes financieros de sus principales bancos que arrastraron al mundo a las crisis actuales y contra los que no pudo siquiera, bajarles los escandalosos bonos autoasignados de los altos ejecutivos, o la impotencia para ordenar humanitariamente el flujo migratorio y parar en algo la exportación de armas a México. Todo ello en conjunto o separado, explica la metamorfosis de Obama.
Su visita a México fue decepcionante. El ritual, el boato, los excesos, (el show de la limusina cádillac blindada, bautizada como “la bestia”) la prioridad mediática y efectista nos mostró a un Obama plenamente fundido en las rancias costumbres políticas del priismo. Nada de fondo, su discurso en el Museo Nacional de Antropología sonó hueco cuando se confronta con una realidad donde el acomodo, la conveniencia de la política exterior de Estados Unidos, sus intereses, se acoplan con el pragmatismo mexicano de fachada democrática y fondo de sectarismo lucrativo y voraz.
Su mejor oferta ante un publico juvenil en el Museo, fue la de ofrecer los avances educativos norteamericanos a un selecto número de estudiantes mexicanos que aspiran al “american way of life” que, al final de cuentas son un minúsculo número frente a los millones de emigrantes nacionales que por hambre cruzan el Río Bravo.
A cambio el mandatario estadounidense ofreció también pagar con sus estudiantes que les pueda interesar la cultura mexicana (esperando que no sean los “spring breakers” que les encantan nuestras playas para venir a drogarse y emborracharse).
Los autores de las grandes calamidades de nuestra patria, los promotores del neoliberalismo que rompió la línea de economía mixta de la Constitución; los tecnócratas que entregaron el destino del país al Tratado de Libre Comercio (TLC) y a la Alianza para la Seguridad y la Paz en América del Norte (ASPAN) que, lo afiliaron a la carta de Washington, fueron mentalmente troquelados en las universidades norteamericanas. De la Madrid, Salinas, Zedillo con sus segundos Gurria Ordoñez y Herminio Blanco hasta Calderón, con un cursillo rápido en Harvard, son producto de esa fascinación por los modelos importados. Hoy la DEA, la CIA, el FBI transitan libremente en nuestro suelo por si, nuestra pobreza y violencia, pudiera causar problemas a la seguridad de nuestros vecinos del norte.
Es evidente que no se puede despreciar en bloque, la educación norteamericana a pesar de que los resultados en términos de superación humana y civilización en sentido progresista no reflejan ningún saldo positivo. Puede ser que los que la piden ansiosamente sea en contraste por lo deplorable de la nuestra en estos momentos trágicos, pero aquí como allá, la solución no esta en salir corriendo a buscar salvación, sino en encontrar las causas de la degradación educativa, que están a la vista en la corrupción, desmoralización y control político de los maestros, a los que se debe liberar de lacras para hacerlos aptos en el ejercicio de esa vocación tan elevada y trascendente.
Obama sabe que su complicidad con Calderón, siguiendo la línea de Bush Jr. en la Iniciativa Mérida le ha costado a México más de 100 mil muertos acribillados con las armas de su país y alentados por el alto consumo de estupefacientes de sus paisanos desde la etapa escolar. Sí empezáramos por éste planteamiento, con sinceridad, sin recovecos, sin concesiones en cuanto a la también ineludible responsabilidad de los mexicanos, tal vez se podría creer en la buena fe de Obama. Ahora en cambio, no deja de ser uno más de los presidentes gringos, que creen y apuestan a su destino manifiesto.
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