=Por Jesús González Schmal=
Es francamente difícil no asumir una posición de condena inmediata a quienes han faltado a lo más sagrado de su conciencia. Entender o siquiera explicarnos humanamente, que fenómeno psicológico de perversión y depravación operó en ellos para haberlos llevado a tal extremo de conducta injustificada en cualquier condición, pero mucho más, en quienes valiéndose del ascendiente de su ministerio, hacen objeto de tal ataque destructivo a los que no pueden defenderse, ni mucho menos merecer tal agravio.
No obstante la ira y la exigencia de Justicia, no sólo para quienes fueron víctimas directas, sino también para quienes dentro de la Iglesia y fuera de ella los denunciaron, se hace necesario levantar la mira y sin desistir de la necesaria sanción penal y moral de los delincuentes más despreciables de nuestros días, debe destacarse la fuerza en sentido contrario, de los que han perseverado en el amor, la caridad, la generosidad y entrega de sí mismos al servicio del Evangelio para proteger precisamente a los más débiles.
Es difícil predecir el curso que seguirá ésta inconcebible patología criminal. No importa la doble intención que pudieran tener algunas de las acusaciones por una descarga emotiva hacia la Iglesia (según versión el portavoz Federico Lombardi), cuando las más y de recta intención, fueron hechas por los que en cumplimiento de la misma palabra de Jesús, se vieron obligados a denunciar los más bajos e incalificables actos contra los que Él, aseguraba que por su inocencia, tenían el acceso directo al reino de los Cielos. Y fue a ellos a quienes lastimaron y truncaron su vida los autores de los más viles atentados a la dignidad y futuro de los niños.
La invitación entonces del Papa Francisco no implica abdicación, ni abandono de “la verdad que nos hará libres”, pero sí liberar el espíritu para evitar la pasmosa espera de desahogar las legítimas pasiones del cobro de la ofensa para, en cambio, retomar el camino de los que han mantenido la fidelidad a los votos y han trazado con su ejemplo la guía para muchos otros que los seguimos. Como no resaltar en éste capítulo la trayectoria del propio Jorge Mario Bergoglio S. J. ahora Papa Francisco, que en estos tiempos cruciales ha aceptado la responsabilidad de dirigir a la Iglesia para hacerla cumplir la encomienda de su amoroso fundador.
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