Poco o nada se dice de la tendencia negativa de los servicios bancarios, en desacato a su función primordial de sustento de las actividades productivas de los países, únicas que sí inciden directamente en el desarrollo de los mismos. De estas depende la creación de empleos y desarrollo social verdadero para el progreso de una nación.
Las quiebras de las instituciones financieras y bancarias en los Estados Unidos como en Europa, han sido no solo un despojo de recursos financieros necesarios para una economía sana, encareciendo estratosféricamente y, para beneficio de unos cuantos, los costos de intermediación sino, además, al producirse el efecto obligado de incobrabilidad de créditos por el estrangulamiento de los esquilmados usuarios, recurrieron al camino fácil que paralizo el crecimiento de México. Es la escuela de Salinas que primero reprivatiza y extranjeriza la banca, y la de Zedillo que remata el cuadro trasladando el costo del rescate de la misma, a la deuda pública mediante el subterfugio del IPAB.
Desde entonces en México, la banca se dedica a los negocios fáciles y de gran rentabilidad. Para no correr riesgos restringen sus créditos particulares a los concedidos a consumidores, mediante tarjetas de crédito con intereses usureros. Además, y con la complacencia de las autoridades, es receptora de impuestos y derechos de los contribuyentes en sus cajas, con lo que además de jinetear recursos públicos, todavía le cobran la comisión al ciudadano que acude a sus ventanillas para el pago de cualquier servicio o para recoger el importe de su nomina depositada por los patrones.
Es evidente que el negocio mas ventajoso para los bancos es el mantener las cuentas de cheques de todas las entidades públicas que suman los casi cuatro billones de pesos del presupuesto y, por sí fuera poco, de ese dinero y del resto de los depositantes, le prestan a las mismas entidades, empresas, instituciones, partidos políticos, etc., y, a los estados de la República que solicitan créditos entre el tiempo que les sitúan los recursos y el de las erogaciones que estos requieren ejercer. El circulo virtuoso no tiene pierde porque el gobierno es el más seguro pagador de cargos, intereses, comisiones y todo lo que se les quiera cobrar.
El caso Moreira de Coahuila es ilustrativo de este manejo en el que los bancos no reparan en la legitimidad de las autorizaciones para los créditos públicos y, a sabiendas de que estas sean falsas y los recursos se destinen al apoyo ilícito de campañas electorales o enriquecimiento de gobernadores, los bancos de cualquier forma, cobrarán el capital con cuantiosísimos intereses de las constantes reestructuraciones que se tengan que hacer para burlar la aplicación de la Ley, sin que el pueblo pueda defenderse.
Naturalmente el negocio bancario mexicano, en su gran mayoría, en manos extranjeras, está siendo una carga insoportable para la economía del país y, una mina inagotable de riqueza para los dueños de los bancos que no ahorran elogios para la política económica tan acertada, que califican como ejemplo mundial en el mantenimiento de la estabilidad de las principales variables, aún cuando el desarrollo nacional, el empleo y la seguridad pública, queden rezagados.
El colmo es también el lastre de la disfuncionalidad de la banca que con De La Madrid fue desregionalizada para ser centralizada en el dizque modelo “de banca múltiple” y, posteriormente con López Portillo, se estatiza y después, con Salinas, se reprivatiza a favor de los bolsistas extranjeros y especuladores. A partir de ello dejó de ser el instrumento idóneo para el financiamiento de actividades productivas de la industria, el campo, el comercio, con objetivos y mediciones de reducción del costo de la intermediación. Hoy, después de haber cargado el pueblo con el costo de todos sus descalabros y pagar las más altas tarifas de servicios bancarias del mundo, todavía la banca mexicana con sus matrices en otros países, se da el lujo de prestarse al mas cínico trafico de dinero de origen ilícito, para ser lavado y situado en beneficio de la economía norteamericana.
El banco HSBC que durante décadas al parecer se ha dedicado a estas operaciones, recibió como sanción solo unas modestas multas que en México fueron simbólicas porque los 360 millones no son sino solo el 0.03 por ciento de los movimientos detectados. Así, aunque Peña Nieto cambie al titular de la Comisión Nacional Bancaria, mientras la política de corrupción vía la garantía de impunidad continúe, nuestro sistema bancario será un lastre para la nación.
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