=Por Jesús González Schmal=
Si el país pudo tener crecimientos continuos en su economía, movilidad y ascenso social, en la época que se conoció como del “desarrollo estabilizador”, todavía bajo el influjo del pensamiento de la Revolución que priorizaba la justicia social, ¿cómo eran posibles éstos logros macros, mientras a su vez se ampliaba el Instituto Politécnico Nacional, se construía la ciudad Universitaria, el IMSS, el ISSSTE, gigantescos sistemas de irrigación agrícola, presas, carreteras y todo sin endeudamiento público, sin alto desempleo, con reducida informalidad y con respetabilidad internacional?.
La pregunta obligada sería la de: ¿sí tales resultados eran producto de la aplicación del modelo de economía mixta, donde el Estado mantenía la rectoría y el control directo de sectores estratégicos de áreas de producción prioritarias, porque desde hace tres décadas la tendencia privatizadora ha enajenado prácticamente todas las empresas del estado y ahora, con las más dramáticas pruebas de estancamiento económico y social que ha incrementado alarmantemente la deuda pública, la pobreza, el desempleo, la criminalidad; se diga que la solución sea la de continuar la perniciosa tendencia privatizadora para extinguir Pemex y CFE?.
De las privatizaciones más conocidas como han sido la de ferrocarriles, inmevisión, autopistas, bancos, teléfonos, aeropuertos, ejidos, playas, minería, fundidoras de acero, etc., ¿podríamos encontrar alguna que haya significado un verdadero cambio en beneficio de los mexicanos ó, por el contrario han sido nocivos y contraproducentes?. Si como es evidente no hay beneficio económico alguno, podría pensarse que si lo pudiera ver porque se ha erradicado la corrupción y la impunidad pero… la realidad no miente, tampoco aquí se puede contabilizar beneficio alguno y si enormes retrocesos.
Alguien podría decir que si bien las privatizaciones no han dado resultados, al menos no han sido más dañinas para el ciudadano que cuando el Estado las administraba. Si la respuesta fuera afirmativa, necesariamente nos tendríamos que preguntar: ¿se puede entonces explicar por otra causa la debacle económica, pérdida de soberanía, desempleo y violencia?. Quien crea que puede haber otra explicación para la situación nacional deprimente, tendría que culpar a la mala suerte que se no ha amontonado pero, de ahí a soñar que adoptando las recetas privatizadoras se va a ahuyentar al mal fario, es al menos un iluso, sino también irresponsable.
Comentarios recientes