=Por Jesús González Schmal=
La Política, dijo Andrés Manuel López Obrador en su reciente gira por diversas Delegaciones del Distrito Federal, no es la rapiña, no es la conveniencia personal, no la ocasión de satisfacer el ego y desatar la vanidad para sentirse superior a los demás es, por el contrario, buscar la felicidad sirviendo al prójimo, empleando la inteligencia y la rectitud para lograrlo. Conceptos tan claros, parecen utopías frente a la realidad política degradada y corrupta de nuestro país, con un saldo creciente de desigualdad, violencia e injusticia.
Viene al caso ésta cita en los momentos en los que en Johannesburgo el expresidente Sudafricano Nelson Mandela se despide del tramo político que le tocó vivir, siguiendo la brecha de su maestro Mahatma Gandhi. Será ahora el siguiente trecho de Desmond Tutu, quien continuará la causa. Ambos son seguidores y herederos a su vez, de la lucha contra “el apartheid” que iniciara el insigne abogado hindú, desde principios del siglo pasado en las mismas tierras africanas, contra la aberrante discriminación de los boers holandeses para con los nativos. Ahí se abrió una nueva era en el mundo civilizado que proscribió la violencia como medio para realizar los cambios sociales.
Aquí están entonces los ejemplos más elocuentes del mejor y más elevado sentido de la Política. Mahatma nunca quiso desempeñar un cargo público, su misión fue predicar, convencer, demostrar que el hombre se realiza cuando sirve a su prójimo y que, en cambio, se aniquila y envilece cuando lo agrede no sólo físicamente o lo reprime brutalmente con el poder en la mano sino también, cuando lo traiciona enriqueciéndose con el patrimonio del pueblo. Pero, contra esas desviaciones, Gandhi asume no la venganza, sino la fuerza de la verdad del espíritu que clama por la justicia y la logra, sin derramar sangre.
Así consiguió la independencia de la India. Su obra se desplegó después hacia la unidad interna y la igualdad sustancial de todos los hijos de su patria. Inesperadamente se sobrepuso la locura con su asesinato artero, que si bien suspendió el curso de la historia, la llama no se ha apagado ni el mal ha vencido porque su ideal de concordia y política de servicio, “que manda que no se puede responder al mal con otro mal sino con el bien”, se universalizo y sigue siendo el modelo del cambio por la vía de la resistencia civil pacífica y activa.
Nelson Mandela, al igual que lo hizo Martin Luther King, como fieles seguidores de Gandhi, han aportado al hombre la opción pacifista para los cambios políticos de fondo.
Luther King obtuvo con su sacrificio, la reivindicación de los derechos civiles de los negros en la Unión Americana. Nelson Mandela como presidente de Sudáfrica demostró que el poder político es para el bien, para perdonar y vivir en paz; jamás para envanecerse y enriquecerse.No cobró venganza por los 27 años de prisión en Robben Island, al contrario los ofreció, como el mismo Gandhi le enseñó con su propia experiencia en los períodos carcelario. Así se puede amar al prójimo y vivir libre en el espíritu, para después saber cambiar al mundo de odio y violencia, por otro de paz, solidaridad y justicia.
Nuestros Gandhis y Mandelas como Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero y Carranza, siempre soñaron con ser “los siervos de la nación”, siguen siendo prototipos del recto sentido de la política como acción de servicio a los demás. Ellos tuvieron que recurrir a la guerra en legítima defensa del pueblo frente a la opresión y al despotismo porque, para entonces, la gran filosofía humanista gandhiana no se había realizado en la faz de la tierra, aunque se enunciaba en el Sermón de la Montaña que Bapú repetía: “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos”.
Mandela renuncio a la reelección. Siempre creyó en el pueblo, por eso lo respeto y desde que fue electo desechó los boatos y las adulaciones, vivió con la misma austeridad de siempre y redujo sensiblemente su sueldo de presidente, en solidaridad en los que menos tienen y como muestra de que no era esclavo de las tentaciones de valerse de la política para hacer fortuna.
Con estos tres hombres políticos, como la humanidad los necesita, el futuro del mundo no está cerrado. La semilla del bien ser en política, ésta sembrada y tiene brotes que pueden crecer. Esta será la verdadera política de izquierda, la que también Andrés Manuel definió el pasado domingo como la esencia del político que no es otra que la de ser honrado, de buen corazón y querer el bien para los demás.
No hacen falta más revoluciones violentas, las revoluciones deben darse como decía Mahatma Gandhi, hacia adentro del ser humano que está llamado a amar a los demás antes que buscar las diferencias para odiarlos. Mandela avanzo en el camino, ahí está su vida para el bien de todos.
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