Morena: resistencia al Neoporfirismo

Imagen: Ahuizote

Imagen: Ahuizote

=Por Jesús González Schmal=

Amanece el décimo cuarto año del siglo veintiuno en nuestra patria, exactamente con los mismos problemas que, salvo cuatro excepciones (Juárez, Madero, Carranza y Cárdenas) son idénticos a los de toda nuestra historia caracterizada por un ejercicio del poder político desviado, corrupto e ineficiente. Los teóricos de la política ubican la causa de ello en un vicio de origen o de ausencia de validación democrática cuando el proceso electoral no ha tenido la claridad a toda prueba de que, los “elegidos”, han tenido el respaldo de la voluntad mayoritaria auténtica, es decir libre, informada y no comprada ni manipulada.

Existe también la idea de que en el caso de una elección fraudulenta e impuesto el titular del cargo por procedimientos amañados ocurre que, por temor a un mal mayor o con la ingenua esperanza de que en el ejercicio del cargo se rectifique la conducta antidemocrática, se legitime a éste, esperando gobierne con estricto apego al estado de derecho, para purgar sus vicios de origen.

En México no ha ocurrido ninguno de los dos supuestos. Ni las elecciones fueron claras y convincentes para que llegara Peña Nieto, ni en el año de ejercicio se ha legitimado gobernando para el servicio del pueblo. Al contrario, lejos de superar los rechazos originales a su persona, éstos se han acentuado y todavía más lejos ha estado el que sus decisiones y acciones de gobierno hayan beneficiado a algún mexicano que no sea de su grupo. La situación del país es francamente desastrosa.

Es evidente que el equipo de Peña tiene bien calculados los efectos que se están produciendo día a día con su gestión. Las encuestas, las consultas a la opinión pública, (las que sean confiables) deben estarle revelando el enojo, la ira, la desesperación de las grandes mayorías con el desempleo, la carestía, la violencia, la educación politizada, la cada día más evidente falta y falla de servicios públicos. La prueba de ello es que, también cotidianamente, Peña aparece en la televisión ofreciendo milagros para contrarrestar la frustración popular y, al menos, sembrar nuevas ilusiones.

La precipitación para sacar la contrareforma energética y política,  seguramente obedeció a dos razones: si no es ahora, más tarde ya no saldrá y, segunda, porque la campaña para justificarlas en radio, televisión y prensa, podría generar una expectativa en la gente que durará un largo tiempo mientras regresa el desengaño, que volverá a paliarse con el argumento  de que todo lo ofrecido se esfumó por alguna nueva causa, de la que nunca tiene responsabilidad el gobierno.

Probablemente se tenga preparado un nuevo Pacto por México o algo similar para generar nuevas esperanzas a partir de la capacidad que se tenga para acordar con panistas y perredistas. Se trata de comprar tiempo en tanto llegan las elecciones y con los dineros a raudales se reparta entre los partidos y al final se vuelve al trillado camino de dar al pueblo más empobrecido, despensas o tarjetas de débito para aliviar el hambre.

Este círculo vicioso acontecerá junto con el reciclamiento de la propaganda de que los inversionistas extranjeros que vendrán a sepultar a Pemex, están tardando pero ya llegarán.
Lo cierto es que aun debidamente planeado, no necesariamente le resultara seguro al gobierno en turno, porque los problemas acumulados de maestros, electricistas, policías comunitarias, la amenaza del crimen organizado etc, podrían alterar el curso de los acontecimientos nacionales. Es imprevisible el alcance de la indignación por el aumento de gasolina, gas, luz, artículos básicos, transporte foráneo, IVA fronterizo, refrescos, pastelitos y cuanto pueda generar ingresos fiscales que requerirá Peña ante la baja gradual de contribución que Pemex entrega a la Hacienda Pública. El antídoto contra todo esto, no es tampoco fácil, pero va creciendo como una conciencia nacional restauradora del orden y la democracia que pueda sobreponerse a la manipulación y al desánimo.
Hay en curso diversas respuestas ciudadanas en esa dirección. La tarea a contrapelo no es sencilla. Exige sacrificios y privaciones. Entre éstas se encuentra la emprendida por Morena con Andrés Manuel López Obrador que empieza por definirse como un movimiento libre y voluntario esencialmente y, solo secundariamente, como partido político que rompa esquemas de los anteriores burocratizados, que al fin han caído en el atrofiamiento.
El vigor de esta opción estará dado por el compromiso libre de los mexicanos que no han sido contaminados por la desidia o por el conformismo. Por lo pronto Morena es el contrapeso más fuerte al abuso de la colusión partidista PRIAN para demoler todas las conquistas constitucionales de 1917 y regresar al porfirismo más rancio que concentra el poder entre los beneficiarios nacionales y extranjeros seleccionados. La segunda etapa será la de potenciar la fuerza ciudadana hacía la integración de los órganos de poder a pesar de la resistencia y dinero oficial.
La premisa consignada en sus estatutos es la de que quien alcance un cargo podrá percibir más del 50 por ciento del sueldo asignado y cada centavo recibido por el partido será auditado y publicado. En suma la transparencia es un mandato ético imprescindible, para mantener una identidad ciudadana de honestidad a prueba de toda duda.