Newtown, Connecticut: Las armas generan paranoia.- Carla Monroy

Foto: Diario Jurídico México.

El 14 de diciembre del recién concluido año 2012, se presentó en Estados Unidos un tiroteo muy lamentable, el joven Adam Lanza de 20 años irrumpió en la escuela primaria de la ciudad de Newtown, Connecticut, matando así a 20 personas; 14 niños con edades de entre 6 y 7 años y a seis adultos, además de haber matado  previamente a su madre.

El análisis criminológico que se presentará no girará en torno al individuo, en este caso al joven Adam no es de interés para el presente ensayo. No se pretende entender la conformación de su psique, si sufría de algún trastorno de personalidad, algún tipo de esquizofrenia o bien si su proceso de sociabilización se llevó adecuadamente. La discusión que se abordará se centrará en  el uso y reglamentación del armamento.

En un lapso de 20 años, Estados Unidos ha tenido más de 20 tiroteos, los cuales han resultado en masacre. Es decir, más de una masacre por año, y no se ha hecho nada al respecto, simplemente se presenta un malestar social pasajero y semanas después del evento parece colmar algún tipo de amnesia entre las personas, no se discute más del tema y mucho menos pensar de alguna medida sustancial en las cuestiones preventivas o de seguridad.

La particularidad de este país con este tipo de crímenes es la facilidad con la que la sociedad puede accesar a todo tipo de armas, incluso de alto poder. La Asociación Nacional del Rifle (NRA por sus siglas en inglés) es una A.C., la cual pretende garantizar el ejercicio de la Segunda enmienda constitucional, es decir, luchan porque cada ciudadano norteamericano goce del derecho de portar un arma para defenderse y defender a su nación. Sin embargo, esta facultad es ampliamente cuestionable, empezando por que esta garantía fue firmada a finales del siglo 18, momento histórico, político y social totalmente opuesto al que Estados Unidos vive hoy día. Por otro lado está la facilidad de posesión de armas altamente destructivas, muchas que en México se clasificarían como de uso exclusivo del ejército. Adam Lanza mató a las víctimas con un rifle de asalto, además llevaba dos pistolas 9mm.

La madre de Adam Lanza, otra víctima mortal, poseía diversas armas en casa, motivo por el cual él las consiguió. Sin embargo, para obtener un arma en Estados Unidos tan sólo se requiere de llenar un formulario, tener más de 21 años y tener licencia de conducir. La legislación varía según el estado, pero por ejemplo, tan sólo en cinco estados del país se tiene más controlado el uso del rifle de asalto, en Alaska por ejemplo, no hay ningún tipo de prohibición. Gran cantidad de los ciudadanos se encuentran altamente armados, ¿cómo es posible armar a la población sin ninguna restricción? Las consecuencias negativas de tal facultad se les presentan continuamente, ¿cuántas masacres más tendrán que vivir para empezar a limitar y a regular el uso de las armas?

Es aquí donde merece una atención especial el análisis criminológico. Los autores de las masacres han sido jóvenes, (lo que sería otro punto importante de debate), ciertamente han sufrido algún daño psicológico o han sufrido la ruptura del tejido social, ellos han sido consecuencia de alguna omisión socialmente hablando. Los crímenes son dirigidos contra víctimas totalmente inocentes, y tienden a compartir ciertas características, pero la cuestión aquí es, ¿qué componentes económicos y políticos fortalecen a la Asociación Nacional del Rifle para que impidan que la venta de armas siga sin regulación?

Las armas y municiones se pueden comprar inclusive en las tiendas Walmart, y el argumento tácitamente expuesto para su disposición es que con un arma cada persona se podrá proteger, la realidad es que entre más armas tenga la población, más muertes o accidentes habrá. Alaska es ejemplo de ello; no tiene limitaciones en la venta-adquisición de armas, por lo tanto la gente está más armada, esto a su vez genera que el índice de homicidios relacionados con fusil de asalto es el más alto del país. El tener a la población armada no nada más no garantiza que no esté protegida, sino que las agresiones, o la criminalidad aumentarán.

¿Qué es lo que se necesita para que la ciudadanía esté protegida? Ciertamente no es que esté armada, lo que se necesita es algo más valioso y más difícil de trabajar. Lo que se necesita para que la gente esté segura es primeramente reconstruir el tejido social, o bien un capital social. O como diría el criminólogo de Harvard, Robert Sampson, la prevención empieza dentro del barrio. Cuando las personas dejan de ser desconocidas y se apoyan entre sí, se construye la confianza, la solidaridad, las redes de apoyo. Este tejido tan sensible y sólido a la vez permitirá generar en la colectividad un sentimiento de paz y seguridad. Las armas, por el contrario generan un sentimiento de paranoia, de falso poder, de grandeza sobre las demás personas. Esta sensación de persecución es un temor y una idea recurrente en la que el mismo gobierno estadounidense se ha apoyado durante mucho tiempo, ¿cómo armar a una población?, generándole miedo, ¿qué beneficios trae la venta de armas?, netamente el económico.

Después del 9-11 se generó una ola de pánico en donde todos eran potencialmente terroristas y se debía estar protegido de todo. Es una paranoia que nunca termina y sólo cobra víctimas. En el siglo 18, a finales del 1700 Estados Unidos apenas estaba siendo conformado con las colonias británicas y francesas, se estaban posesionando del territorio, claro que había un temor de que “se les desposeyera” de sus nuevos terrenos adquiridos. Pero la actualidad es distinta, se presumen como una nación democrática, en donde hay un cuerpo policíaco eficazmente entrenado para salvaguardar a su población, no necesitan hacerse justicia por ellos mismos si el contrato social indica que hay un cuerpo específico para garantizar la seguridad de cada ciudadano.

La venta de armas es un mercado altamente redituable y políticamente influyente. Pasó el fervor por la matanza de estos niños y de sus maestros, y todo volvió a ser como antes, ventas sin regulación de armas que dañan más de lo que protegen.

 

*Carla Monroy es presidenta de la Sociedad Mexicana de Criminología, Capítulo Nuevo León,