Segunda Vuelta o Ballottage

Imagen: PUCP

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=Por Jesús Alberto Navarro Olvera=

El Ballottage o la famosa Segunda Vuelta Electoral, es conocida también como el “Modelo Francés”, porque se instaura por primera vez en Francia, en 1852. Este mecanismo democrático de desempate, genera legitimidad política, gobiernos sólidos, y políticas de Estado plurales e incluyentes.  Surge como consecuencia de la instauración del segundo Imperio de Napoleón III. En la actual Quinta República Francesa, se ha mantenido el modelo de Ballottage para los comicios.

La Segunda Vuelta, es un instrumento democrático, en donde se establece como regla fundamental que un candidato ha puesto de elección popular debe obtener la mayoría calificada de los votos válidos, para coronarse en la justa. En el supuesto de no obtener dicho rango de sufragios en la “primera vuelta”, se realiza otra Jornada Electoral, la llamada Segunda Vuelta o Ballotage, entre los dos candidatos que obtuvieron la mayor cantidad de sufragios. Este mecanismo se puede usar en la elección para elegir al titular del Poder Ejecutivo, y para las elecciones de parlamentarios.

“El “Diccionario enciclopédico de la lengua castellana” (París, Garnier- Freres, 1896, t. lo, pág. 328) define al Ballotage así: “Dícese en Francia del resultado de una votación, cuando ninguno de los aspirantes a una función electiva obtiene la mayoría de los votos exigidos por la ley, lo que trae por consecuencia una segunda elección”.[1]

El sistema de Segunda Vuelta, destaca por el ingrediente de condicionar el triunfo a la obtención de un determinado porcentaje de la votación, que por lo general, tiene que ser la mayoría calificada. Es decir, no solamente la mayoría simple en donde con un voto de diferencia se obtiene el triunfo como es el caso del sistema electoral mexicano.

En América Latina, la Segunda Vuelta surgió a partir de los años setenta, como consecuencia del furor democrático mundial, conocido como “la tercera ola democratizadora”[2], implementándose en países como Ecuador, Perú, El Salvador, Guatemala, Haití, Brasil, Chile, Colombia, Argentina, República Dominicana y Uruguay. El caso Argentino es sui generis.

En México, todo parece indicar que el objetivo central de la inminente implementación del “Modelo Francés”, es la búsqueda de una mayor legitimidad de los representantes populares emanados de los comicios, principalmente para la renovación de la presidencia, y una mayor pluralidad en cuanto a la planeación de la Agenda del Estado mexicano, como en la práctica se está realizando en el seno del Pacto por México.

En los dos últimos comicios para la renovación de la primera Magistratura, al no haberse dado una buena diferencia entre el ganador y el vencido inmediato anterior, la estrategia de los perdedores ha sido cuestionar la legitimidad del vencedor, lo cual repercute en el margen de maniobra política del gobierno en turno.

El mejor ejemplo de ello lo tenemos en las lamentables secuelas de las elecciones presidenciales de 2006, en donde el desconocimiento del triunfo del vencedor, trajo como consecuencia vicios en la legitimidad del régimen del Presidente Felipe Calderón Hinojosa, al menos al arranque del sexenio, como de sobra se encuentra documentado.

En el terreno de la mera especulación, podemos señalar que la degradación de la legitimidad del régimen calderonista, no hubiera existido, en caso de haberse realizado una Segunda Votación, en la inteligencia que los mismos amarres que condujeron al presidente Calderón al ejercicio del poder político, se hubieran materializado previamente en una alianza política formal que garantizara la mayoría calificada, aspecto que de facto sucedió.

Es decir, para la Segunda Vuelta, el Partido Revolucionario Institucional y el Partido Verde se hubieran alineado formalmente a la candidatura de Felipe Calderón Hinojosa (recordemos que de acuerdo a las reglas del Ballottage, el candidato del PRI ya no hubiera participado). En realidad esto fue lo ocurrido, ya que es conocida por todos los estudiosos de la política mexicana la coalición político – legislativa de facto que encabezó principalmente el Senador Manlio Fabio Beltrones por parte de las filas tricolores, con el régimen del ex Presidente Felipe Calderón Hinojosa, conjurándose la estrategia del ex candidato presidencial Andrés Manuel López, al proporcionar sustento político al régimen que se degradó.

En contra sentido, si la mayoría del universo electoral hubiera apoyado la candidatura del tabasqueño, siguiendo el ejemplo de un hipotético Ballottage seguramente hubiera contado con toda la legitimidad que le proporciona la mayoría calificada y el vencido vería severamente minada su capacidad de chantaje político.

Sin embargo, uno de los fenómenos más importantes que tendría la implementación del Modelo Francés en la democracia mexicana, es su efecto directo en el sistema de partidos políticos, como lo señala Daniel Alberto Sabasay, “El instituto tiende a reducir el número de partidos actuantes dentro de un determinado país, o al menos a hacerlos más disciplinados.”

La implementación del “Modelos Francés”, en México, caminaría con rumbo al tripartidismo, principalmente porque los resultados de las votaciones presidenciales desde 1988 a la fecha han sido muy parejas entre las tres principales fórmulas políticas, y el desempate, tendría como consecuencia, que uno de los tres partidos mayoritarios se convierta en bisagra, y de acuerdo a la coyuntura habría un lógica rotación. Además de que el apoyo también conllevaría el desgaste propio del ejercicio del poder, y no solamente los dividendos o gananciales políticos como sucede a la fecha, y de los cuales el PRI, fue el beneficiario tomando en consideración el ejemplo ofrecido.

De nuevo en el plano académico, la segunda vuelta guarda una íntima relación con el semipresidencialismo, principalmente por que ambas instituciones se perfilan en la búsqueda de mayorías sólidas que den sustento al trabajo político del jefe de Estado, del Parlamento, o del Congreso Legislativo.

La Segunda Vuelta se emplea para todos los cargos de elección popular, en algunos casos aplica para la elección del jefe del Poder Ejecutivo, dejando la elección de los legisladores a fórmulas de representación proporcional o a la mayoría simple de los votos. En todo caso, se puede implementar de acuerdo a las necesidades de legitimidad de los regímenes que la adoptan.

En México, sería muy interesante su puesta en vigor ya que el gobierno que surja de los comicios deberá asegurar una mayoría calificada, por lo que se verá obligado a negociar con otras fuerzas política, con base en acuerdos de largo aliento que den sustento a la coalición que será gobierno, lo que trae un beneficio muy importante al proporcionar agendas plurales como la que hemos citado (Pacto por México), y que surgió por las fallas estructurales del inacabado modelo mexicano de democracia.

Por último, para su instauración se requiere de una mayoría calificada en el Congreso de la Unión y de la mayoría de las Legislaturas en los Estados miembros de la Federación, es decir de una Reforma Constitucional, ya que es ahí, en la norma Fundamental, en donde se debe señalar la implementación de la Segunda Vuelta electoral o Ballottage.


[1] Diccionario Electoral. Instituto Interamericano de Derechos Humanos. Centro de Asesoría y Promoción Electoral (CAPEL) México 2003. Pág. 87.

[2] A la que alude Samuel P. Huntingnton, en su libro LA TERCERA OLA La democratización a finales del siglo XX. University of Oklahoma Press, Norman OK. 1994.