=Por Jesús González Schmal=
Un 15 de septiembre de 1939, en una asamblea celebrada en el Frontón México, se fundó el Partido Acción Nacional. Su fuente de origen se ubica en un grupo de universitarios liderado por Manuel Gómez Morin que había sido rector de la Universidad Nacional en el lapso 1932-1933 en el que tuvo que defender su autonomía frente a las asechanzas totalitarias de aquellos años. El modelo de partido hegemónico, (PNR) a partir de la simbología revolucionaria y mediante una estructura corporativa pretendía mantener a través de sus llamados sectores gremiales, una especie de democracia interna restringida y domesticada; la cual provocó la respuesta de intelectuales liberales y cristianos que visualizaron el peligro y resistieron creando un opción de partido abierto, democrático y de principios humanistas universales que constituyera una opción electoral en un régimen político pluripartidista.
Casi tres décadas después hacía 1962 se dio la primera sacudida al interior del PAN, como ahora lo narra Claudia Herrera Beltrán de “la Jornada”, citando a Carlos Arriola panista de entonces y estudioso de ese partido que, junto con otros jóvenes como Gutiérrez Vega, Granados Chapa, Rodríguez Lapuente, abandonaron el partido e intentaron asumir una línea progresista social-cristiana que constituía en aquellos tiempos la tercera vía entre el capitalismo y el socialismo de los dos hemisferios, que se disputaban la tutela de Cuba recien liberada de una dictadura adicta a Norteamérica.
El PAN no quería contraer compromisos internacionales a pesar de su afinidad con las propuestas sociales, económicas y políticas de la entonces democracia cristiana que prevalecía en Europa y se extendía al subcontinente americano. Prevaleció el criterio de la no internacionalización del partido y los jóvenes que ya no confiaban en poder romper la inercia avasalladora del partido oficial, salieron de las filas del blanquiazul para seguir sus propios derroteros en otros frentes de batalla más próximos a la línea de Rafael Caldera, Eduardo Frey, Arístides Calvanni y otros personajes de relevancia latinoamericanista.
La segunda crisis de Acción Nacional se dio hacía 1976 cuando siendo presidente del partido el filósofo y sociólogo Efraín González Morfín, después de lograr la aprobación de la plataforma política más avanzada del panismo, denominada: “Reforma Democrática de Estructuras”, enfrentó una respuesta interna sorda de grupos de derecha que la reprobaban por sus excesivas criticas al capitalismo y la invitación directa al cambio estructural en los sindicatos, empresas, asociaciones intermedias etc, hacía una justicia social redistributiva del ingreso y promotora de la democracia cultural.
El efecto fue que González Morfin con otros destacados dirigentes del PAN denunciaron la injerencia externa (gobierno y poderes fácticos) en las decisiones y el gobierno del partido. Prefirieron renunciar y constituir el grupo Solidarismo.
La tercera convulsión se dio en 1992 cuando Luis H. Álvarez ya en el timón del partido por el apoyo de un grupo de empresarios afectados desde la década anterior por la estatización de la banca, se adscribieron al PAN, lograron derogar la decisión de no recibir subsidios del gobierno, aprobaron con Salinas la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC), la privatización del ejido, la privatización minera y de ferrocarriles y el regreso de la banca expropiada por López Portillo para después de ser saneada por el IPAB, poder ser extranjerizada como a la fecha ocurre. En ese momento renunciamos Bernardo Batiz y Jesús González Schmal quienes habíamos sido secretarios generales y José González Torres y Pablo Emilio Madero quienes habían sido presidentes nacionales junto con cerca de un centenar de panistas que nos opusimos a la metamorfosis del partido y su adhesión a la línea neoliberal de Salinas abandonando sus postulados humanistas iniciales.
Hoy el conflicto que experimenta el partido Acción Nacional es radicalmente distinto a las dos experiencias anteriores. El Instituto después de 1992-1993 seducido por el salinismo se fue convirtiendo en una reedición del PRI, al parecer sólo para satisfacer las apariencias de alternancia política que exigían las normas del modelo bipartidista norteamericano. El PAN se fue deslizando a un pragmatismo burdo en el que el poder como beneficio personal es la motivación de sus militantes. Totalmente vacío de planteamientos y exigencias de rigor ético, se fue convirtiendo en un émulo del PRI al grado de que la política económica, social y cultural es idéntica y las prácticas políticas electorales similares.
Vicente Fox y Felipe Calderón son productos químicamente puros de esa etapa en la que no queda ni la sombra de lo que fueron la fuerza de valores y principios que inspiraron el nacimiento de un partido independiente, nacionalista, democrático y de indeclinable compromiso con la justicia social en la Nación. Ambos están dando muestra clara de su extravío. El primero ya es simpatizante del priismo, y el segundo practicante del control remoto de su partido, desde su refugio en el extranjero. Los dos arrastran la responsabilidad de lo que es hoy el PAN y del daño irreparable que inflingieron a México con su conducta pública, precisamente contraria a la que proponían los fundadores del partido.
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