Por Jesús Alberto Navarro Olvera
Con respecto a los mecanismos de Consulta Popular, se debe resaltar que en el Plebiscito y en el Referéndum, se cumplen los más altos anhelos democráticos. Es la democracia en carne viva, el ejercicio de una ciudadanía plena en el goce de la libertad y de la seguridad política como parte enérgica de un Estado justo, libre y democrático.
Cuando sale el Populum a la plaza pública, nos encontramos con la manifestación soberana del todo. Es la más clara expresión de la voluntad general del pueblo, materializada por medio de la participación de los integrantes de una Nación en el ejercicio de sus derechos humanos fundamentales. Principalmente el derecho de manifestar su voluntad en la toma de las decisiones más delicadas del Estado.
En este sentido, los hombres libres debemos tener en cuenta, que el Plebiscito y el Referéndum, también pueden ser utilizados por dictadores e iluminados en aras de la legitimidad que la mezquindad y la ambición degenerada les quita, o para manipular al pueblo con fines perversos, y de inmortalidad en el mandato popular.
En México la Consulta Popular se encontraba desterrada del texto Constitucional hasta la enmienda publicada en el Diario Oficial de la Federación el 9 de agosto de 2012, en donde se incorpora la fracción VIII, al artículo 35, de la Constitución General de la República, enriqueciendo el modelo de tipo indirecto en donde la soberanía nacional se encarnaba en la titularidad del Poder Ejecutivo Federal, pero principalmente en la integración plural de las Cámaras del Congreso de la Unión.
En la Consulta Popular, el pueblo sale a las calles para sufragar, para ejercer su más alto y noble derecho, condensado en un acto republicano en donde confluyen los destinos comunes para buscar un camino que involucra a todos, y no solamente para seleccionar funcionarios. En este atajo se encuentra el Plebiscito, término del español, derivado del vocablo latino Plebiscitum, es decir convocar a la Plebe, al pueblo diligente.
En nuestro país, el ejercicio democrático consistirá en convocar a la población de mayores de 18 años con plenas facultades civiles, más allá de los partidos políticos, para ofrecer su veredicto con respecto de algún tema trascendental para la salud de la República.
La Real Academia de la Lengua Española define al Plebiscito como la “consulta que los poderes públicos someten al voto popular directo para que apruebe o rechace una determinada propuesta sobre soberanía, ciudadanía, poderes excepcionales, etc.”
En términos teóricos el Plebiscito obedece a los más altos ideales consagrados en la esencia misma de la democracia como la más bondadosa de las formas de gobierno. Sin embargo, existen autores que consideran que el Plebiscito se debe emplear para pronunciamientos del electorado con respecto de hechos, actos políticos, medidas de gobierno, o territorio, así como de asuntos relativos a cambios en la forma de gobierno, etc. En el mismo sentido, consideran que la convocatoria popular para la ratificación o derogación de los diversos cuerpos jurídicos, se debe realizar por medio del Referéndum.
Otros autores, como K. Lowestein, consideran que los Plebiscitos se deben encargar de asuntos que no tengan que ver sobre cuestiones constitucionales y legales, para lo que se debe reservar el Referéndum, como el mecanismo de consulta a la ciudadanía sobre dichas cuestiones de carácter jurídico.
No obstante las grandes expectativas doctrinarias, éticas y filosóficas, con respecto a la Consulta Popular, lo cierto es que los mecanismos denominados Plebiscito y Referéndum se han practicado en épocas muy convulsionadas y de cambios vertiginosos en los Estados que los implementaron, como el caso de Italia, que ha finales de la Segunda Guerra Mundial, celebró referéndums para que sus habitantes manifestaran su preferencia entre la Monarquía o la República.
No obstante, el Plebiscito o el Referéndum, pueden ser usados por regímenes autoritarios para legitimar medidas impopulares o la reelección infinita del titular del Estado, basados en propaganda política difundida a través de medios de comunicación social dóciles al grupo dictatorial, como fue el caso de la España Franquista, en donde se le extrajo cualquier valor intrínseco a la praxis del referéndum, para tratar de afianzar al régimen político, mostrando el potencial peligro de ver manipulado el sentido de la Consulta Popular. Aún más peligrosa resultó la crispación social que genera la radicalización de posiciones, fenómeno que se observa con facilidad a la hora de implementar dichos mecanismo de consulta ciudadana, en donde la raja política es el bien que se persigue a costa del pueblo mismo.
Es decir, en la naturaleza misma de la Consulta Popular se encuentran elementos que la pueden transformar en la herramienta óptima de los dictadores en el más puro sentido de la palabra. Tanto los defensores como los detractores de la Consulta Popular, refieren como algo pernicioso para la democracia su uso indiscriminado para manipular a la sociedad, citando ejemplos como Napoleón I, Adolfo Hitler, Nasser, Francisco Franco, o César Augusto Pinochet, quienes utilizaron dichos mecanismos para mantenerse en el poder político, y perpetuarse en el encargo.
En la actualidad, el más sofisticado exponente del uso de la Consulta Popular fue él ya fallecido presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez. En el mismo hemisferio, nos encontramos a Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador (quien ya va por su tercer periodo). Vale la pena destacar que en Honduras el presidente itinerante, el depuesto Manuel Zelaya trató de cambiar la Constitución hondureña vía consulta directa al cuerpo electoral lo que le valió su exilio
La puesta en marcha de estos instrumentos de Democracia, pueden resultar muy atractivos para liderazgos de la política nacional como el de Andrés Manuel López, quien con cada acción política que implementa busca transformarla en un Plebiscito, como fue el caso de su Movimiento de Resistencia Civil Pacifica, del Plantón sobre paseo de la Reforma, el polémico Desafuero, y ahora su lucha en contra de la Reforma Energética, en donde la retórica siempre comienza en sus postulados y termina en contra de los “enemigos de la patria”, el bien y el mal, los ricos y los pobres, y su exposición pública concluye en niveles muy altos.
La democracia en México es una gran alternativa que requiere de las deliberaciones más serias, que abran el paso al debate en el mundo de las ideas. Sin embargo, mientras sigamos viviendo en una democracia primitiva como la mexicana, en donde solamente podemos presumir de alternancias políticas, es un poco riesgoso hablar de la Consulta Popular, ya que la sombra del autoritarismo que se encuentra presente sobre el pueblo mexicano oscurece la posibilidad de vivir en libertad y justicia, sobre el gran cimiento que sería la democracia efectiva.
Sin perder de vista los oportunos límites que el Constituyente de 2012, instalo al ejercicio de la Consulta Popular, al consagrarlos en el numeral 3º de la fracción VIII, del artículo 35 Constitucional, el Legislativo, al regular el Plebiscito y el Referéndum en las leyes secundarias, debe ser muy cuidadoso de colocar frenos al uso electorero de estas figuras de participación social, y evitar a toda costa que se devalúen en beneficio del tirano o de iluminados, a las costillas del pueblo, y se conviertan en herramientas para el retorno del autoritarismo.
Nota. La foto se refiere al plebiscito de Chile de 1980. Tomado de INTERNET. https://www.google.com.mx/search?q=plebiscito+chile+1980&rlz=1C1KAFB_enMX525MX525&es_sm=93&tbm=isch&tbo=u&source=univ&sa=X&ei=DVFLUu6XKpSSqwHrg4DADA&ved=0CFUQsAQ&biw=800&bih=499&dpr=1